13

51 15 1
                                    

Me he estado sintiendo muy ausente en estos días... Muy ausente de mí mismo... El hecho de que las nubes tormentosas se hayan ido de mi cielo hace tiempo no quiere decir que haya salido el Sol. Me siento como un cuerpo divagando por el mundo, un cuerpo sin alma. Ya ni si quiera sé qué emoción es la que siento, porque creo que más bien ya no las tengo; ya estoy resignado a la desgracia.

Me encuentro sentado en el piso del patio, reflexionando, viendo cómo a cualquier otra persona que vea parece tener aunque sea un poco de eso que llaman felicidad a su alcance; todos parecen tenerla excepto yo. He pensado incluso estos últimos días que, quizás, después de todo, el mundo no me la tenía deparada cuando nací; que quizás mi razón de ser radica precisamente en nunca poder alcanzar aquellas cosas que me hacen feliz, por más que yo demuestre darlo todo, entregarme mucho más y ser mucho más sincero que otros quienes sí logran conseguir sus objetivos, incluso cuándo éstos incluyen a otras personas. Me entristece darme cuenta de eso; ver cómo hay personas que apenas mueven un dedo o que viven de puras mentiras y aún así no se les niega la felicidad. Pero en fin, también he pensado que probablemente eso pase porque no me entienden... Digo, está claro que si soy capaz de llegar a estos niveles de abstracción con respecto a mi felicidad y, en general, a mi vida, es un indicador de que me conozco muy bien, y por lo tanto, una evidencia de que soy intelectualmente superior a el grueso de las personas que me rodean. Por eso no me entienden, por eso me tachan por loco cuando en realidad tengo la razón. Y sí, me reconforta un poco esa idea; pero no hace que me deje de sentir triste...

En medio de mi reflexión, veo a lo lejos una silueta bastante conocida, que se va acercando poco a poco: es Daniel. Maldición, estoy considerando muy seriamente irme de aquí... Aunque ya me vio, no importa; me saco cualquier pretexto para no tener que convivir con él: no tengo ganas. Esta vez no tengo nada que ganar de él, y ya estoy más que convencido de que la peor decisión que puedo tomar es desahogarme con él... Y... Muy tarde, ya llegó.

-Hola Julian. -Ugh, hasta su tonito ya me está empezando a hartar.

-Hola. -Le respondo seco.

-¿Qué haces aquí, sentado en el suelo?

-Nada, sólo... Medito.

-¿Meditas?

-Sí. -Eso dije idiota, bien sabes que me oíste.

Cómo me estresa que haga esas preguntas estúpidas con tal de no quedarse en silencio. Es incluso peor a que se quede callado cuando le platico algo.

-¿Puedo hacerte compañía en tu meditación?

Argh, qué hartera. ¿Por qué no mejor te vas? Bueno, ya, no tengo ganas de pelear.

-Adelante.

Se queda callado unos minutos, escudándose en su celular.

Finalmente, lo apaga.

-Y, ¿cómo te va en la vida, Julian?

Suspiro.

-Mal, como siempre. De repente tengo momentos buenos, pero sólo de repente.

-No Julian... -Dice con cara de consternación. -¿Por qué?

-Por todo... Ya sabes, mi vida está cada vez en el carajo...

A pesar de que se queda callado, algo me incita a desahogarme con él. Hasta yo mismo me sorprendo. Supongo que de verdad necesito sacar lo que siento con alguien. Y esta vez, no me dan ganas de luchar por ocultarlo.

-El otro día me quedé con Sam, la acompañé hasta tarde. En general, las cosas no han ido tan mal entre nosotros. Digo, ya no está enojada conmigo, eso es un avance. Al menos ya no me evade como antes. Pero sigo sintiendo que hay algo que nos obstaculiza, hay algo roto entre nosotros. Y por más que me esfuerzo por saber qué sigo haciendo más, no logro respondérmelo...

La Esencia de la VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora