19

14 6 0
                                    

Llegamos al pequeño templo y nos acercamos a la plataforma de piedra corroída que se encuentra en el centro. Me pongo en cuclillas para que quede a mi altura. La primer gema que pongo es la roja, la primera que conseguí. Al insertarla en uno de los espacios, ésta se adhiere como si fuera un imán, y comienza a brillar más intensamente. Permanezco un rato observándola, sorprendido por la misticidad que esto conlleva. Después, abro la caja que contiene las demás gemas. Tomo una, y trato de insertarla en otro de los espacios. Pero ésta no se adhiere como la otra, ni comienza a brillar más. Termina cayéndose una vez que trato de insertarla, al no haber embonado en el espacio. Ok, tal vez esa no funciona. Probemos con una más grande...

Continúo probando con las demás gemas de la caja, cada vez más desesperado al ver que ninguna de ellas funciona; todas terminan deslizándose hacia el suelo. Y así continúo, insistente, respirando cada vez más agitado por la desesperación, hasta que la última gema de la caja tampoco funciona.

Permanezco unos segundos en la misma posición, viendo hacia abajo, tratando de calmarme. Sabía que había sido demasiado fácil para que pudiera funcionar; debí haberlo supuesto desde que noté que las gemas de la caja se veían un tanto diferentes a la que ya había conseguido yo, esas eran mucho más pequeñas, menos brillantes, y ninguna de ellas tenía una frase grabada encima. Son, por más llamativas que pudieran verse, gemas ordinarias. Y, al lado de la primera que conseguí, incluso esa característica de llamativas se veía opacada. Lo debí suponer... Todas esas además no salieron "de la nada" como sucedió con la otra, que surgió de un montón de lucecitas...

¡Maldición! Golpeo la plataforma de piedra del coraje, aunque es tan pesada que ni si quiera se desmorona ni un poco.

-Vaya, miren con quiénes me vengo a topar por aquí. -Esa voz me hace sentir más enojado de lo que ya estoy. -Julian, tratando de cumplir con su deber. Veo que ya conociste a Haadok, eh. El aprendiz juntándose con otros aprendices con más experiencia.

Dejo salir mi enojo volteándome e incorporándome bruscamente hacia la persona que me habla, que no es más ni menos que la voz que menos quiero escuchar en este momento: Dialixer.

-¡Esto es una estafa! -Levanto la voz. -¡Sólo una gema funcionó! ¡Ninguna de las otras lo hizo! A mí se me hace que esa porquería ya no sirve. Después de tanto tiempo que la descuidaron...

-¿Y cómo quieres que funcionen esas? -Pregunta, con su mismo tono de voz tranquilo. -Si lo que tú necesitas son gemas de la virtud, no gemas materiales. Y las primeras, se construyen con acciones, acciones virtuosas. A eso me refería cuando dije que pueden salir de cualquier lado.

Se calla unos segundos y voltea a ver la plataforma, con su única gema insertada, y todas las demás tiradas alrededor, junto con la caja.

-Además... -continúa. -Tampoco prometo que esa gema roja que tienes ahí te sirva de mucho.

-¿Por qué? -Pregunto serio.

-No lo sé, intuición. Igual y estoy mal y soy estúpido.

-Argh, ¿¡cómo piensa que voy a salir de aquí cuando sus comentarios no me sirven de nada?! Si de verdad le interesa que repare su esa cosa, debería mostrar más interés en ello. ¡No sé ni qué diablos estoy haciendo aquí! ¿Cómo espera que sepa lo que tengo qué hacer estando aquí? -Me detengo unos segundos, pasando del enojo a la nostalgia. -Yo sólo quiero regresar...

Dialixer dibuja media sonrisa en su rostro.

-Lo que te ayudaría es que aprendieras a escuchar, Julian...

Se da media vuelta y se sigue caminando, conservando su actitud calmada. Pero en pocos segundos se detiene y vuelve a voltear.

-Ah, por cierto. Olvidé decirte: si quieres que las gemas funcionen, tienes que insertar todas seguidas, una vez que las tengas todas, claro. De lo contrario, si dejas ahí unas cuantas mientras consigues las otras, el monolito se comerá toda su energía antes de poder funcionar. Y sí, será en vano haberlas conseguido.

La Esencia de la VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora