Capitulo 88

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   POV CHRISTIAN

Ya estamos por fin solos en casa. Mis padres se llevaron a nuestros hijos a su casa para darme tiempo con mi esposa. Después de lo que me dijo durante la fiesta, mis ansias y mi pantalón crecían rápidamente.

Ana no sé a dónde ha ido, pero en cuanto estoy por ir a buscarla, la encuentro de camino al salón.

—¿A dónde habías ido? Te he estado buscando...— le digo.

Ella levanta la mano extendida en señal que me detenga. No entiendo.

—Por favor quédate ahí. Me gusta como te ves alumbrado solo por las llamas.

Estoy de pie frente a la chimenea. Ella se aleja hacia el comedor y vuelve a los pocos segundos con una silla. Veo que también tiene una corbata entre las manos y la acomoda frente a la chimenea. Después se acerca a mí y comienza a desabrochar mi camisa y la arroja a un sofá. Sonríe y me dejó llevar por lo que sea que quiera hacer.

—¿Qué piensa hacer, señora Grey?— le pregunto con curiosidad.

Ella no me responde, pero me sorprende al quitarme también el cinturón, y me desabotona también el pantalón.

— Siéntate— ordena.

Me gusta cómo va esto hasta ahora. Me empezó a desvestir y obedezco. De pronto veo para que traía la corbata. Toma mis manos y las lleva hacia el respaldo. Me ata con la corbata por encima de mis muñecas.

—¿Ah... Ana..., qué estás haciendo?— no entiendo qué pretende y se lo hago saber.

Ella solo pone un dedo sobre mis labios y sonríe con malicia. Lo más confuso es que le estoy permitiendo que ella tenga el control, y nunca la había visto tan guerrera como ahora. Y confío en ella.

Se aparta de mí y se mordisquea la uña con una sonrisa de suficiencia.

—Te ves tan sexi así... Y todo mio— dice en voz muy baja, pero la oigo perfectamente.

Se aparta de nuevo y va hacia el equipo de sonido y comienza a sonar una sensual pieza instrumental.

Ella vuelve a mi con pasos lentos y en su camino se va despojando de su vestido.

Dios santo...

Está usando un sensual conjunto de encaje y toma una flor de un jarrón cercano para recorrer con ella su cuerpo. Se acaricia el cuello, entre sus pechos y baja hacia el vértice de sus muslos.

—¿Te gusta como me veo?

—Te ves hermosa... Ana... Eres Afrodita— jadeo deseoso de tocarla.

Ella se sienta en un sofá frente a mi y continua acariciándose con la flor y desciende hasta acariciar la piel de sus muslos, la pasea sobre su tanga y me mira provocativa; yo solo siento como mis boxer estorban y mi polla duele de la misma excitación.

—Ana... Por favor...

—¿Estás bien, amor?— me pregunta con fingida inocencia.

—Me estás volviendo loco...— le gimo desesperado por un alivio que solo ella me puede dar.

—Eso es justo lo que deseaba— me responde y guiña su ojo.

Se levanta y mueve sus pies y su cadera al compás de la música y deja la flor sobre el sofá. Se gira y desabrocha su sostén y continua bailando cuando se gira me mira a los ojos y vuelve a tomar la flor. Continúa acariciando su piel suave con la flor y yo cada vez estoy más desesperado por tocarla y sin que ella se dé cuenta trato de desatar mis manos.

Mi Amada AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora