Y UNO SE PREGUNTA...

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El dolor y el placer son los polos opuestos de un espejo: el placer se mira al espejo, y ve a su enemigo, el dolor, del otro lado. El dolor se horroriza al ver al placer, aunque ninguno sabe que es el exceso o la propia carencia del otro.

El placer, a veces puede ser doloroso.

Y el dolor, resulta en otras, placentero.

Cuando el dolor se acaba, uno se dice: "No; no haré esto nunca más."

Y nos surge la cruel pregunta: "¿Por qué me pasa esto a mí? ¿Acaso merezco este dolor? ¿Acaso tanto?"

Y uno se convence de que no, sin discutir el asunto más de una vez.

Cuando el placer acaba, llega la culpa y el remordimiento, y uno se reprocha por hacerse esclavo de él. Y uno se pregunta, en los dos sentidos:

"¿Estuvo bien...?"

Los excesos no benefician.

Lo que Jamás te DijeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora