Son tan jovencitas, y ya se visten de negro;
su juego es, ahora, pretensión y osadía...
¿De dónde habrá venido ese luto íntegro?
¿A dónde ha quedado su infantil alegría?
Tienen vida nocturna, sin ver el peligro...
encarminan sus bocas, disfrazando su beldad;
dan su risa a los hombres, sin medir el castigo...
y el candor de sus ojos, se hace falsa sensualidad.
¡No se han dado cuenta, de que tienen quince años!
No les importa ahora, pero al pasar los años...
Querrán ser niñas nuevamente; entonces, será tarde.
Y de su juventud, ¡oh, pérdida!, harán falso alarde;
pues, por querer ser mujeres, profanaron sus templos, que antaño
eran puros... y sus almas curtidas... ¡se quedarán con los daños!
¡Más nos valdría retrasar la adultez!