Capítulo 02

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[ 02 ]


Cuando llegué al salón, ya se encontraba ahí. Me resultaba algo incómodo tener que volver a compartir lugar y compañía con ella, pero todos estaban con sus mismas parejas, así que no tuve de otra más que sentarme a su lado.

Puse mi mochila en el suelo y miré al frente metiendo mis manos en mi sudadera. Ella deslizó en silencio una hoja en mi dirección, lo primero que leí fue su nombre con una caligrafía fina en tinta negra que decía "Devon Vela".

Devon, ese era su nombre.

—¿Qué es esto? —pregunté, pero justo cuando planeaba dar por hecho que no me respondería, habló.

—La maestra dijo que anotáramos nuestros nombres en una hoja para entregársela.

Cierto, lo había olvidado.

No respondí. Comencé a escribir mi nombre bajo el suyo, el contraste que nuestros nombres hacían sí que era muy notorio. Ella había usado tinta negra, yo roja. Su letra era bonita, la mía parecían petroglifos. Anoté también el nombre de nuestro libro y deslicé la hoja de vuelta cuando acabé.

—Buenos días a todos —la maestra Grace entró al salón y se sentó sobre el escritorio como de costumbre —. Saquen sus libros y comiencen a leer.

Todos hicieron lo que se les pedía y en cuestión de minutos lo único que se escuchaba era el suave murmullo de los que leían. Saqué el libro de mi mochila y miré a Devon, quien tenía la mirada perdida en la nada.

—Inicia —le tendí el libro, ella me miró perdida por un momento y vi cierto pánico en sus ojos que me desconcertó, pero al ver el libro entre mis manos se relajó.

Tomó el libro y nuestros dedos se rozaron. Me sentía incómodo, muy incómodo. Ella no era el tipo de persona sociable como imaginé, y para ser una de las chicas más lindas se cargaba un humor de mierda.

Hojeó con sus largos dedos sin mucho entusiasmo el libro hasta que llegó al primer capítulo y lo comenzó a leer. Su voz, la forma en que leía e incluso su porte al hacerlo me tenían fascinado. No, embelesado. Y es que leía más que bien. Su perfil era aún más bonito de cerca; lo encontraba interesante. Tenía largas y espesas pestañas que le rozaban los pómulos y una nariz recta, su boca era pequeña, pero carnosa, y su rojo intenso siempre resaltaba por lo blanca que era. Pero sin duda, lo más fascinante que Devon poseía, eran sus ojos. Eran de un azul eléctrico, a la vez claros y profundos, intensos como su carácter y tan hermosos, que resultaban extraños como ella. Un azul que jamás volví a encontrar.

Ni siquiera me di cuenta cuando terminó de leer hasta que cerró de golpe el libro en mi cara.

—Vas —me lo entregó.

—¿Cuántos capítulos leíste? —le pregunté.

Ella me miró como el peor de los idiotas al responder con obviedad:

—Uno.

—Ah.

Tomé el libro y llegué al capítulo siguiente cuando Devon, sin mirarme, murmuró con toda la frialdad e indiferencia que su ser le permitió expresar:

—Y no vuelvas a mirarme mientras leo.

—Tampoco es como que quiero hacerlo —respondí indiferente, y comencé a leer sin darle oportunidad de responder.

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