Capítulo 37

50 32 206
                                    





[37]


2 meses después.


Nunca en mi vida me había sentido tan feliz y ansioso por algo.

Todos los demás me miraban, bajo la expectativa y emoción también. Hacía unas semanas el resultado de mi examen de admisión para Harvard había llegado por correo, y apenas unas horas había recibido el de Yale. En cuanto recibí la noticia, todos nos reunimos para este momento tan esperado. Mis padres y Hamlet aguardaban en silencio. Intercalé mis ojos entre ambos sobres, sin saber cuál elegir primero. Pero yo estaba demasiado nervioso como para abrirlos.

—Solo hazlo, el que sea —me animó mi mamá.

Yo tomé una inspiración profunda y lentamente estiré mi mano a uno de los sobres. Me fui por el que siempre había sido mi mayor ambición desde que tenía memoria. Lo rompí mientras mis manos temblaban con torpeza y lo saqué para leerlo.

—¿Y bien? —me miraron todos, tan expectantes como emocionados.

Yo los miré, tratando de ocultar la decepción en mi rostro.

—Harvard no me admitió.

La emoción se esfumó de sus rostros y compartieron la misma decepción que yo.

—No importa, queda uno más —traté de aligerarlos antes de que comenzaran a hablar.

—¿Pero si tampoco fuiste admitido en ese? —habló mi mamá, recibiendo una mirada desaprobadora de mi padre y asustándome por la gran posibilidad que había.

—Sean cuál sean los resultados, no olvides que eres brillante, hijo. Y que si Harvard o Yale no te aceptan, fueron ellos los que perdieron una gran oportunidad, no tú —me dijo mi padre.

Hamlet se acercó a mí y me apretó la mano de forma reconfortante.

—Eres sumamente inteligente —me dijo —, son ellos los que te necesitan, no tú —me guiñó el ojo y sonrió, transmitiéndome esa seguridad y confianza que necesitaba.

Ella volvió a su lugar y mi papá me tendió el último sobre que quedaba, yo inhalé hondo y les sonreí. Si antes estaba nervioso, ahora lo estaba más. Harvard y Yale eran universidades muy prestigiosas y rigurosamente selectivas a la hora de admitir estudiantes. Había investigado y descubrí que por año, de las miles solicitudes que recibían, solo aceptaban alrededor de siete estudiantes. La cifra tan pequeña me asustó, pero en vez de desanimarme me impulsó para prepararme más y darlo todo de mí como nunca. Reuní todos los currículos necesarios y las recomendaciones de mis maestros para enviarlas. Fueron meses de preparación y mucha dedicación. Y aunque en Harvard pareció no haber sido lo suficiente, ahora solo me quedaba Yale.

No voy a negar que me decepcionó haber sido rechazado por mi universidad de ensueño. Me detuve un poco frente a mis padres para que no vieran la verdadera decepción que me llevé cuando vi que había sido negado. Pero a veces, puertas que creíamos correctas frente a nosotros se cierran para darle paso a otras mucho mejores, aunque lo entendamos después.

Elevé mi última oración al cielo pidiéndole a Dios que por favor hubiera sido admitido y abrí el sobre. Comencé a leerlo, y cuando mis ojos llegaron a la parte final, a aquellas palabras claves, lancé un grito de felicidad.

Incroyable Donde viven las historias. Descúbrelo ahora