Capítulo 08

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[ 08 ]


Devon aparcó en el supermercado más cercano que encontramos. Durante el camino hablamos sobre cuál cosa hacer primero, y al final nos decidimos por la más fácil: comprar un montón de dulces. Nos bajamos del auto y comenzamos a caminar, al entrar, el delicioso aire acondicionado nos recibió. Devon tomó un carrito y comenzó a llevárselo.

—¿Tienes algún dulce en especial? —me preguntó.

—Las panditas me gustan.

—¿Algún otro? —negué —. Bah, por eso estás tan flacucho.

Volqué los ojos y me limité a seguirla. Llegamos al pasillo de los dulces que me pareció una de las mejores maravillas del mundo. Yo sé que era lógico encontrar dulces en un pasillo de dulces, pero estaba muy sorprendido. Me olvidé de Devon y corrí por todo el pasillo para verlos todos.

—Devon mira —tomé uno y se lo mostré a la rubia —. Oh, oh, mira éste, ¡no, éste!

Devon llegó a mí lado, me observó y sonrió de lado.

—No comes muchos dulces, ¿cierto?

—Prefiero las frutas —contesté vagamente porque toda mi atención la tenían los dulces.

—Pero la fruta no entra en el menú de hoy —ella me dio una palmada en el hombro —. Toma lo que quieras, vuelvo enseguida —dijo, y tomó su mochila y salió del pasillo.

Ni siquiera la oí, simplemente comencé a tomar todos los dulces que me parecían ricos hasta que el carrito comenzó a llenarse poco a poco. Había de todo tipo, tomé desde los más picantes hasta los más dulces. Pero hubo uno que me llamó la atención.

—El mazapán es bueno. Buena elección —habló Devon a mis espaldas y yo di un brinco del susto haciendo caer al pequeño dulce. No la había visto llegar. Me agaché para tomarlo y me di cuenta que estaba todo roto —. Muy frágiles por cierto —añadió.

—¿Un maza qué? —fruncí el ceño.

—Eso —señaló al dulce en mi mano —, es un dulce mexicano. De los más ricos y frágiles que existen.

—Mazapán —pronuncié, y Devon asintió.

—Mazapán.

Ambos nos quedamos asintiendo como idiotas hasta que reaccioné. Me aclaré la garganta y tomé una caja entera de mazapanes y la eché al carrito. Me di cuenta que entre el montón de dulces había una caja de luces de navidad. La tomé y arrugué la frente.

—¿Para qué las luces? —le pregunté a Devon.

—Para colocárselas al pino, está en tu lista.

—¿También haremos lo del pino hoy? —no pude evitar emocionarme.

Qué patético era.

—Sí, conozco un lugar donde tiran pinos y árboles. Podría servir —Devon sacó entonces de la manera más despreocupada un cigarrillo y lo encendió.

—¿Estás loca o qué? Nos matarán si nos descubren, bueno, te descubrirán a ti, pero me matarán de igual forma porque vengo contigo —Devon sonrió con el cigarro entre sus dientes y abrió un mazapán, ignorándome obviamente—. Oh genial, ahora te comerás un mazapán.

—Tranquilo, ya lo he hecho antes —respondió sin alterarse.

—¿Fumar dentro de un supermercado o comer dulces sin pagar?

—Las dos.

Era increíble. Volqué los ojos y me fui hacia el final del pasillo por si alguien se acercaba.

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