Capítulo 14

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Me tallé los ojos y di un bostezo. Apagué la alarma, 5:35 am. marcaba el celular. No quería salir de las sábanas, los ojos me pesaban y el sueño aún no me dejaba. Me senté sobre la cama y me estiré. A mi lado, sentí la masa caliente de Jahir: dormía con la boca abierta con una pierna fuera de la cama y estaba todo torcido como culebra con su mata dorada hecha una maraña; roncaba peor que un tractor.

Ayer que regresé de con Devon, fue todo un reto tener que subirlo hasta mi habitación. Se me cayó como dos veces de las escaleras, pero cuando por fin llegamos, lo aventé como saco de papas a la cama.

Me levanté por fin y me duché. Cuando salí me cambié con el mismo pantalón que me había puesto ayer solo que con una playera de algodón color mostaza. Me puse mis converse y me ajusté los lentes. Vi mi reflejo en el espejo: ahí se proyectaba un Lucas serio con un Jahir de fondo y, más allá, el cesto de la ropa sucia. La playera blanca que había usado ayer yacía sobre él.

Me acerqué para tomarla y la olí. Una mezcla de mi olor combinado con el de Devon me inundó cuando aspiré. Era un olor dulzón, demasiado disímil si lo comparábamos con su persona.

Pensé en ella, en todo lo ocurrido, en aquella vulnerabilidad que había mostrado. En sus ojos llorosos, en el pánico que tuvo cuando la toqué, en aquello que había dicho y que me había puesto como loco. Muchas cosas seguían sin tener sentido, pero otras lo tenían. Mi lado sensible sintió pena por Devon al saber que Conall la había terminado, pero el egoísta se alegró y no pudo evitar sentirse feliz.

No ganaba nada con seguirlo negando, me gustaba Devon.

Y ahora con el camino libre podía tener una oportunidad. No estaba seguro si funcionaría, pero valía la pena intentarlo y valer mierda, que valer mierda sin haberlo intentado. Así que lo intentaría.

Bajé a la cocina con mi mochila colgada al hombro y ahí encontré a papá.

—Buenos días —lo saludé cogiendo una manzana del frutero.

Papá se encontraba leyendo el periódico matutino con una taza de café humeante a su lado.

—¿Por qué llegaste tan tarde? —habló sin despegar los ojos del periódico.

—Ah, pues... yo —como no supe qué decir, le di una mordida a mi manzana.

—Está bien, Lucas —papá le dio vuelta a su periódico, sin mirarme aún —, no te voy a regañar.

Me tragué el pedazo de manzana. Papá podía hablar tan serio y casual como yo, que podía dar la impresión de estar enojado cuando en realidad así hablaba y ese era su tono de voz normal.

—¿Dónde está mamá? —pregunté, mirando la cocina tan ausente sin su presencia.

—Se quedó dormida, ayer te esperó hasta tarde.

—¿En serio? Pero no llegué tan tarde.

Papá me miró.

—Eran casi las tres de la mañana.

—Bueno, admito que sí me excedí, pero yo..-

—Está bien, Lucas, ya te dije que no te voy a regañar —me interrumpió, hablando sereno —. Pero procura ser obediente la próxima vez.

Asentí y le di una sonrisa de boca cerrada. Papá se puso de pie y se acomodó la corbata de su traje. Él era abogado, así que la mayoría del tiempo tenía que ir bien presentable a su trabajo. Le dio un último sorbo a su taza de café y me miró.

—Vamos, te llevo a la escuela —dijo.

—Pero iba a tomar el autobús.

Papá levantó la mano como para que me callara y negó.

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