Capítulo 18

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Había que repasar todo de nuevo antes de ponerlo en marcha.

Primero que nada, era un hecho que lo haríamos. Y segundo, echarnos para atrás era algo que solo los cobardes pendejos hacían. De modo que Hamlet y yo éramos unos valientes pendejos.

—¿Crees que todo salga bien? —me inquirió la morena mientras hacía guardia en la puerta por si alguien venía.

Seguí revolviendo las cosas en el escritorio de papá; estábamos en su despacho. Busqué en los demás cajones, uno por uno, hasta que en el fondo del último lo encontré. Saqué la cajita lisa y de metal con cuidado y la puse sobre el cristal del escritorio.

—Esto —le dije a Hamlet, señalando la caja —es lo que necesitamos.

Dentro de esa caja se encontraba un micrófono. Papá lo había comprado por su trabajo y lo usaba en ciertas ocasiones cuando alguno de sus casos eran en extremo confidenciales. Era del tamaño ideal y justo para poder usarlo y que pasara desapercibido para sacar todas nuestras pruebas.

Lo que nosotros haríamos, sería ir a la casa de Tyler y convencerlo para que hablara con Conall y de esa forma poder grabarlo. Claro que él no sabía que iríamos, todo lo habíamos planeado hoy mismo. Después de que Tyler me lo confesara todo, yo le marqué a Hamlet y se lo expliqué de forma breve. Le dije que buscara la dirección de su casa en los archivos de la escuela y que fuera a buscarme a casa de Devon después de dos horas para que nadie sospechara nada. Cuando estuve ahí, le mandé mi ubicación, solo que las hormonas y todo lo que había pasado me hicieron olvidar el plan.

Teníamos todo programado y bien estructurado, a como estaba en mi mente no debía haber fallos, por eso no podíamos dejar pasar más tiempo.

Hamlet se acercó a mí y vio con curiosidad el objeto cuando le quité la tapa de encima.

—¿Qué es? —inquirió.

—Un micrófono —le respondí.

—¿Cómo el que usan los detectives en las películas?

—Algo así.

La morena me vio entre lo fascinada y asombrada y sonrió, claramente ansiosa por ya usarlo.

—Bien, guárdalo en tu mochila con cuidado y vámonos —le dije. Ella me obedeció y lo guardó con el sumo cuidado que le había dicho.

Si esa cosa se rompía o le pasaba algo, estaba muerto.

Salimos del despacho dejando todo en su lugar y caminamos hacia la sala cuando el timbre de la casa sonó.

—Yo abro —se ofreció Hamlet.

De todas formas no tenía la intención de hacerlo.

En lo que Hamlet se encargaba de abrir la puerta, yo fui a la cocina por un vaso de agua. Todavía ni agarraba el vaso, cuando la escuché lanzarme un grito.

—¡LUCAS!

Gruñí, qué enfadosa era a veces.

—¿Qué? —respondí de mal humor cuando salí de la cocina.

—Lucas, ¿conoces a este vagabundo?

—Preciosa, ya te dije que no soy ningún vagabundo, bájale dos rayitas a tu alteración, por favor —Jahir yacía bajo el marco de la puerta mientras Hamlet le obstruía el paso con su brazo.

—Sí, es Jahir —le dije.

Hamlet abrió sus ojos sorprendida y se volteó para mirar de arriba a abajo al chico.

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