Capítulo 39

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—¿Está todo listo? —mamá llegó a mi lado y se paró junto a mí bajo el marco de la puerta.

Observé mi habitación semivacía, en dos días este dejaría de ser mi cuarto.

—Sí —la observé durante unos segundos más en silencio —. Todo está listo.

—Bien, estaré abajo —me palmeó el hombro y se fue.

Seguía sin creer que me iría, que este ya no sería mi hogar ni mi habitación al que llegaría después de clases y descansaría. Una nostalgia me invadió de pronto. Quizás el hecho de caer en cuenta de que ya no vería a mis amigos, que dejaría a mis padres y me adentraría a lo desconocido me asustó. La incertidumbre se mezcló con la emoción y comenzó a golpetear mi pecho. Extrañaría mucho mi hogar, el lugar donde crecí. Ahí se encontraban la mayoría de mis recuerdos, de mis logros y decepciones. Pero también quería crecer, experimentar y superarme como persona. Y si era necesario tener que dejarlo todo para comenzar de cero, lo haría.

Caminé hacia mi cama y me senté en el borde. Me quedé en silencio. Me erguí y me apoyé sobre mis piernas, observando mis desgastados converse. Volteé hacia mi buró y observé la fotografía de Devon y yo. Mi mente se perdió entre todos los recuerdos que tenía con ella y me quedé perdido, recordando cada uno de ellos, sintiéndolos en mi piel como la tinta de un tatuaje que ardía y dolía al tacto. No podía irme sin hacerlo, no podría vivir tranquilo si me iba y al menos no lo sacaba, porque entonces, sería algo que me perseguiría y no me dejaría tranquilo.

Tomé mi celular y busqué su número. Tenía tanto sin ver su nombre, cinco letras que formaban el nombre más hermoso y tormentoso que había conocido en mi vida. Reprimí todos los nervios que me consumían en ese instante y presioné el botón de llamar. La línea comenzó a sonar. Mi corazón se aceleró de una forma que no pensé que fuera posible, y de pronto ya sentía mi corazón en la garganta. Pero la llamada entró al buzón, Devon no respondió.

Me quedé estático unos segundos. No, no lo dejaría así. Yo había llamado con un propósito, y aunque me alivió no haber tenido que enfrentarla, terminaría lo que había empezado. Así que presioné el botón de buzón de voz y comencé a hablar:

—Hola, Devon, soy Lucas —tomé aire, estaba tan nervioso que tenía miedo de no poder decir lo que quería —. Sé que ha pasado mucho tiempo desde la última vez... Yo solo... yo solo quería que supieras que lo siento. El viernes me voy a la universidad, así que no podía irme sin decírtelo. El único egoísta y cruel fui yo, y yo lo siento mucho. Sé que ambos cometimos errores que no nos justifican, pero nunca debí tratarte de esa forma ni decirte todas esas cosas, estaba enojado, confundido y... muy herido —me quedé en silencio durante unos segundos —. Entiendo si me odias, Devon, la verdad no sé si vas a escuchar esto. Pero si lo haces, solo espero que puedas aceptar mis disculpas, así como yo acepté las tuyas.

Puse mi teléfono sobre el buró y dejé salir un gran suspiro. Me quedé con la mente en blanco durante unos minutos recostado sobre mi cama viendo hacia el techo. Ni siquiera sabía si lo escucharía. ¿Y si estaba siendo un cobarde? ¿Y si debía llamarla otra vez? ¿Y si era mejor buscarla y decírselo en persona?

No, no podía. Reconocí que estaba siendo un cobarde, pero no podía, simplemente no.

Al día siguiente todo transcurrió con normalidad. Era mi último día en casa, así que quería pasarlo con mis padres, tranquilo y en paz. Disfrutar de sus compañías viendo una película quizás y luego irme a dormir temprano, porque a la mañana siguiente mi vuelo saldría a las nueve de la mañana. Bajé las escaleras y fui hacia el patio trasero para sacar la basura. Cuando entré con todas las bolsas, mamá me miró y me dedicó una sonrisa divertida.

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