Capítulo 27

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Yo simplemente... me sentía devastado.

No había podido dormir en toda la noche, me levantaba, miraba por la ventana y volvía a la cama para intentar dormir pero todo era en vano. Daba vueltas sobre la cama, me revolcaba en ella por las pesadillas que aquellas imágenes aún me causaban. Me sentía horrible, porque simplemente no podía terminar de digerirlo. Mis padres desde que había llegado a casa ayer habían notado que algo andaba mal, en especial en la mañana donde estuve ausente durante todo el desayuno y en el trayecto hacia el instituto.

—¿Y cómo te fue ayer? —me preguntó mamá con una sonrisa, sabía que trataba de sacarme conversación porque en todo el camino no había dicho ni una sola palabra.

Yo me tensé en cuanto la escuché.

—Bien.

De nuevo hubo silencio, mi voz había salido sin emoción alguna; monótona y vacía. Al llegar al instituto, mi mamá tuvo que hablarme porque yo me encontraba completamente absorto.

—Lucas, ¿no me escuchaste? Llegamos —mi madre se había girado para verme, y me di cuenta entonces que me miraba con preocupación—. ¿Estás bien?

Miré en un movimiento rápido por el retrovisor y me encontré con la mirada almendrara de mi padre que también se veía preocupado; expectante por mi respuesta.

—Sí —asentí —. Estoy bien.

Bajé del auto sin decir nada más y caminé hacia el instituto. El sol seguía sin salir, era un día triste y gris, al igual que la forma en la que me sentía. Cuando entré, me dirigí hacia mi casillero y comencé a sacar mis libros.

—¡Booo! —me asustó Hamlet por detrás.

—Hola.

—Ay, qué amargado —me dijo, pero quizás al verme bien a la cara comprendió que algo me pasaba —. ¿Estás bien?

—Eres la segunda persona que me pregunta eso en el día, y te diré lo mismo que le dije: Sí, estoy bien —cerré mi casillero de mala gana y comencé a caminar.

—Oye —me alcanzó —. Entiendo que a lo mejor no te levantaste con la mejor actitud, pero no es para que trates así a las personas que se preocupan por ti. No todos conocemos tus problemas.

Aquellas palabras hicieron que extrañamente me enojaran y me calaran en lo profundo, quizás porque eso era, porque nadie más, a excepción de mí, conocía el motivo de mi tormento y la carcoma de mis pensamientos.

Me detuve y me volví hacia Hamlet, haciéndola frenar en seco. Tomé una profunda inspiración y traté de hablarle de la mejor forma que pude, aunque mi voz salió fría.

—Hamlet, en verdad estoy bien, solo quiero estar solo.

—Pero no te ves bien —me dedicó una mirada de lástima y preocupación; odiaba ese tipo de miradas.

—Solo déjame solo, ¿quieres? —mi tono fue aún más frío.

—Lucas-

Me fui sin esperar que terminara de hablar y la dejé sola. Me sentía mal por ser así, pero es que ni yo mismo podía controlar lo que sentía en esos momentos. Y usualmente cuando me ponía así, terminaba hiriendo a los demás. Pero esa no era mi mayor preocupación, mi preocupación era ver a Devon. ¿Qué le diría?, ¿cómo actuaría?, ¿todo seguiría siendo igual?, ¿la seguiría viendo de la misma forma? Todas esas preguntas comenzaron a bombardear mi cabeza, pero sobre todo una en especial.

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