Capítulo 35

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[35]

Era un nuevo día, lo sabía por la poca luz que se colaba por la única ventana que tenía el sótano en una de sus solitarias esquinas. Desconocía la hora, pero me encontraba ansioso por saber qué haría Devon para sacarme de aquí.

—¿Cómo amaneciste? —apareció Conall por las escaleras.

—¿Por qué te interesa tanto mi bienestar? Me matarás de todas formas —lo miré, sin ganas de responderle.

—Aunque no lo creas, nosotros los asesinos tenemos modales.

—Por favor —me mofé —. No matas ni a una hormiga.

Los ojos de Conall se oscurecieron, pero fingió una sonrisa.

—Saldré, pero Devon vendrá a alimentarte, cuando vuelva te llevaremos a una cabaña a las afueras de la ciudad —me dijo.

Yo me tensé al oírlo, pero traté de disimularlo y alcé una de mis cejas.

—Cuando dices que vendrá a alimentarme me haces sentir como un animal, ¿y por qué la dejarás a solas conmigo? Digo, hace un día me considerabas un estorbo entre ustedes.

Esperé por su respuesta, mirando si obtenía alguna reacción. Pero Conall solo se limitó a sonreír y mirarme de aquella forma misteriosa y perturbadora como quien sabía algo que el otro no.

—Confío en ella, eso es todo —fue lo único que dijo.

—Ya —asentí lentamente.

—Bueno, disfruta tus últimas horas aquí —y con eso abandonó el sótano y se fue.

Pasaron quizá dos horas cuando la cerradura de la puerta volvió a abrirse. Pensé que sería Conall, pero era Devon. Llevaba el pelo en una coleta alta, y por primera vez no vestía de negro. Traía puesto un jeans de mezclilla deslavado y una playera blanca de manga larga con un ligero escote donde se le miraban las clavículas. Ella me miró, y una media sonrisa se formó en sus labios.

—Conall no está —habló —. Subiré para prepararte algo de comer y luego bajo —dio la media vuelta para subir las escaleras.

—Devon, espera —la llamé, ella se giró y me miró —. Gracias.

Ella me regaló una débil sonrisa y asintió. Cuando Devon bajó, traía una bandeja con comida. Eran huevos revueltos acompañados con salchichas fritas a un lado, tres rebanadas de pan con mermelada y un vaso de jugo y otro de agua.

—Es demasiado —dije cuando lo vi —. No me comeré todo eso, ¿o sí?

Devon colocó con cuidado la bandeja en el piso y se sentó. Se pasó un mechón rebelde por detrás de su oreja y me sonrió. Dios mío, se miraba más bonita de lo que era.

—Tienes que alimentarte bien —me dijo.

—¿Por qué? Saldré hoy mismo.

—Shhh —miró hacia todas partes.

—Tranquila, Conall no está —le recordé, pero ella me miró, sin perder la cautela en su voz.

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