Capítulo 26

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Desde que la vi tuve un mal presentimiento, era como si me gritara que no entrara.

El cielo se había nublado y las nubes habían escondido al sol, era como si ellas también presintieran lo mismo que yo. Las hojas del árbol de la casa de Devon se mecían, provocando un suave crujir. Y ahí estaba yo, de pie, mirando lo imponente que se veía una simple construcción de cuatro paredes.

Ya no volví a ver a Devon en lo que restó del día, así que saliendo de clases vine a buscarla. Avancé por el pequeño camino de la entrada hasta que llegué a la puerta, un viento frío me recorrió la espalda y tuve escalofríos. Toqué el timbre. Esperé unos segundos pero no pasó nada. De nuevo toqué pero nadie abrió. Tomé entonces el pomo de la puerta y me sorprendió que esta se girara. Lentamente la giré y abrí la puerta. Quizás en otro tiempo no me hubiera animado a hacerlo, pero ya en otras ocasiones había entrado sin permiso cuando Devon me invitaba a comer y me dejaba la puerta abierta, así que no le vi lo malo y entré.

Me deslicé hacia adentro y aquel sentimiento de que algo no iba bien creció cuando miré que todas las luces estaban apagadas, todo en absoluto silencio y oscuridad. Tragué duro.

El viento cerró la puerta a mis espaldas y me sobresalté.

Por fin lo sabrás.

¿Hola? ¿Devon?

Silencio, solo obtuve silencio.

Caminé con sigilo por el recibidor y entré a la sala, la luz grisácea del día colándose por las ventanas. Me di cuenta que no había nadie, pero era extraño, pues era la hora de la comida. Seguí caminando por la casa hasta que llegué al filo de las escaleras, asomé mi cabeza, todo estaba igual de oscuro arriba.

—¿Devon, estás ahí? —volví a llamarla por si estaba arriba, pero de nuevo obtuve silencio.

Comencé a subir las escaleras, mi mente me decía que no lo hiciera, que no estaba bien, pero mis piernas no respondían. Así que cuando me di cuenta que había sido una mala idea, ya me encontraba abriendo la puerta de la habitación de Devon.

La madera emitió un chirrido escalofriante que solo volvió más tenso el ambiente y entré. Primero asomé mi cabeza y miré hacia adentro por si alguien estaba ahí, pero el cuarto estaba vacío. Cerré la puerta a mis espaldas, todo se miraba en perfecto orden como siempre, las paredes blancas y los edredones intactos como si nadie durmiera en ellos. Sus cortinas estaban recorridas, así que la luz opaca del día se colaba de una forma tenue, haciendo ver la habitación triste. Comencé a caminar por el interior. Me dirigí hacia su tocador y pasé mis dedos por la orilla; la madera estaba fría y sin rastro de polvo. Me pasé hacia el escritorio, no había nada encima más que algunas libretas en perfecto orden y su laptop, pero hubo algo que llamó mi atención.

Un cuchillo.

Lo tomé y comencé a observarlo, era pequeño y fino, no como los de cocina, sino como los de alguna colección, además tenía el grabado de la inicial "V".

Mi corazón se aceleró y dejé el cuchillo en su lugar cuando escuché que la puerta de la entrada se abrió. Me asomé por la puerta de Devon, no vi ni escuché nada, pero mi corazón latía a mil. Vi entonces la silueta de alguien subir las escaleras, y supe que no se trataba de Devon porque esa persona comenzó a silbar. Lentamente cerré la puerta de nuevo y miré hacia todas partes, tenía que esconderme sino me descubrirían. Desesperado, miré el closet y me metí rápidamente entre la ropa. Cerré con cuidado la puerta y esperé, lo único que se oía era mi pesada respiración.

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