Capítulo 06

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[ 06 ]


Esa extraña sensación seguía recorriendo mi cuerpo, pero como en pocas ocasiones lo hacía, tuve que guardarme lo que sentía. Devon no soltó mi mano hasta que salimos del instituto, pero al salir, todo se volvió rígido e inflexible como antes.

Caminábamos en silencio hasta que por segunda vez, me di cuenta que caminaba solo.

—Hey, Luiquitas, ¿a dónde vas? —Devon me llamó mientras agitaba una de sus manos desde un auto en el estacionamiento —. Súbete. 

La seguí hacia el auto y abrí la puerta de atrás, pero ella la cerró.

—Adelante, no soy tu chofer —me ordenó, al tiempo que sacaba un cigarro de su pantalón.

—No si vas fumando —condicioné.

—Es mi carro.

—Bien —cerré la puerta y comencé a caminar.

—¿Y ahora qué haces? —suspiró, como si se preparara para otros de mis dramas.

—Caminar, ¿no es obvio?

Seguí avanzando hasta que oí la puerta cerrarse y luego el auto encender. A los pocos segundos tenía a Devon por un lado siguiéndome desde su auto.

—Sabes que esto es ridículo, ¿no? —se inclinó sobre el volante para verme e hizo un gesto con la mano, señalándonos.

Iba despacio, así que aceleré el paso.

—Nadie te está pidiendo que me sigas —respondí.

—Eres un maldito desgraciado y te quejas de mí.

—No entraré a tu auto hasta que tires esa cosa asquerosa —la miré y apunté su cigarro, dando por hecho que no cambiaria de opinión.

—El asqueroso aquí eres tú.

Entorné mis ojos dándole a entender que esa sería mi última palabra y saqué mis audífonos para escuchar música. Ignorar a Devon mientras escuchaba música era el doble de genial, me sentía tipo inmortal. Oía que me hablaba, así que le subí todo el volumen y comencé tararear la letra de la canción mientras movía la cabeza, ignorándola con descaro puro. Hasta que Devon se me puso en frente y me arrancó los audífonos.

—Tiré el cigarro, ¿que no oyes? Ah espera, es que andas por la calle bailando como un idiota —me dijo molesta. Rodeó el carro y se subió de nuevo dando un portazo.

Me reí en secreto y me subí en la parte de enfrente. No tenía idea de a dónde íbamos, ni tampoco del por qué su repentino cambio de planes, pero no quise pensar en ello. En cambio, me puse a observar el auto. Todo él estaba impregnado a su olor con una combinación a recién lavado. La verdad no había mucho que observar, pero algo que me llamó la atención fue un pañuelo en un porta vasos con manchas rojas, similar a los que había sacado antes.

Por un momento quise preguntarle qué era, pero mi lado que aún conservaba dignidad me imploró que no lo hiciera. También quise conectar mi celular a su auxiliar, pero recordé que ella no era Hamlet.

—¿Te gusta la música? —comencé para hacer plática, ya que ninguno había dicho nada desde entonces.

Devon respondió con simpleza sin verme:

—A todos nos gusta la música.

—No a menos que seas un sordo.

Devon me miró y negó con la cabeza como si no tuviera remedio. Fue como si hubiera leído mis pensamientos, porque luego alternó su vista entre mi celular y yo y me preguntó:

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