Capítulo 13

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[ 13 ]


Me tuve que tallar los ojos para creérmelo.

Pero la imagen era clara y más que real. Frente a mí y ante toda esta bola de gente, tenía a Devon golpeando como una salvaje a otra chica, quien tampoco se quedaba atrás en cuanto a salvajismo.

De no haber sido por mi lucidez, me hubiera puesto a gritar y echar bulla como los demás, porque para qué miento, la pelea sí estaba buena. Pero lo que hice en cambio fue meterme y separara a aquel par de cavernícolas. Al parecer no era el único completo, porque otro chico también se metió para ayudarme.

Agarré a Devon por la cintura, con la intención de separarla, pero con una fuerza que me sorprendió, se aferró más a la chica y me empujó. Estaba sobre ella ahorcándola, mientras la otra le soltaba arañazos y golpes en la cara. No era viernes de ahorcar rucas, pero Devon le estaba dando con todo como si lo fuera.

La apreté con fuerza y la jalé, mientras el otro chico trataba de hacer lo mismo con la otra chica. Finalmente pude más y pude desprender a Devon. Pataleaba y se retorcía entre mis brazos como pez rabioso; soltaba manotazos salvajes al aire en busca de más. Gruñó y me arañó el brazo, sacándome sangre. El olor a alcohol que desprendía era fuertísimo. El otro chico se alejó a una distancia bastante lejos con la chica entre sus brazos también. Supe por su cara que tampoco le iba bien, y que estaba haciendo un gran esfuerzo por mantener cautiva a la bestia sanguinaria de chica como yo.

—¡Suéltame! —gritó Devon con una voz irreconocible, pataleando y arañándome.

—Devon, Devon, soy yo, Lucas —traté de que me reconociera, pero fue inútil. Ella siguió retorciéndose y golpeándome.

Como pude salí de aquel círculo y me la llevé arrastrando. Su cuerpo se sentía menudo y frágil, pero imponía una resistencia sobrehumana. Cuando ya no pude más, la solté. Ella pegó un brinco fuera de mis brazos y se volvió a mí furiosa. Pensé que me golpearía, porque había alzado su puño con toda la intención de hacerlo. Pero sus ojos rojos y desorbitados me reconocieron.

—¡Luquitas! —exclamó, cambiando la voz demoniaca a una de borracha contenta, luego se lanzó sobre mí y se colgó de mi cuello.

La bipolaridad en gente normal a veces frustraba, pero en gente borracha, asustaba.

Olía demasiado a alcohol, tanto, que el estómago se me revolvió. Lo que hice fue quitármela de encima y revisar su rostro por si tenía alguna herida. Devon se apartó, pero la tomé del mentón con fuerza obligándola a permanecer quieta. Tenía unos cuantos rasguños y el labio le sangraba un poco. Nada grave.

La solté y suspiré, mirándola enojado. Pero como Devon bailaba en el limbo de los alcoholizados, comenzó a reírse.

—No le encuentro la gracia a esto —me crucé de brazos.

—Guauuuu —dijo, abriendo sus ojos y tocándome la punta de la nariz con su dedo —. Sí eres real —me volvió a tocar la nariz y luego volvió su mano dando risitas tontas.

—Devon, ¿en qué estabas pensando? —me aparté —. Te pudo pasar algo horrible si no hubiera llegado a tiempo.

—Esa perra inició —soltó, alterándose —, yo solo me estaba defendiendo.

—Si, con ochenta litros de alcohol en tu sistema —ironicé.

—Agh, eres taaan amargado. Deberías felicitarme por haberle sacado sangre —dijo, luego me mostró su mano —. Mira, perdí mi dedo.

Abrí mis ojos horrorizado y le tomé la mano para ver si era cierto. Pero dejé salir un suspiro al ver todos sus dedos en perfecto estado.

—¿Cuánto has tomado? —le pregunté serio.

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