Capítulo 34

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[34]


El ruido en mi estómago me despertó, tenía demasiado hambre y el dolor en mis brazos ya era insoportable. En aquella posición ya no los sentía.

No había podido dormir, mi mente no había dejado de maquinar ideas para escapar, pensando formas de huir o herir a Conall en alguna oportunidad. Era un caos, la cabeza me dolía de tanto pensar. Y el baño. Había luchado por no hacerme en mis pantalones pero ya no podía contenerme más.

Escuché la cerradura de la puerta abrirse, rápidamente me reincorporé y miré las botas negras de Conall bajar por las escaleras hasta que apareció por completo. Se miraba fresco, recién bañado con una gran sonrisa que se me antojó arrancarle de un golpe.

—Buenos días —me saludó.

—No sé qué tienen de buenos.

—Wow, quita esa cara —rio —. Deberías ver el cielo esta mañana, está hermoso. Ah, es cierto, no puedes —fingió un gesto de pena que luego se convirtió en una sonrisa burlona.

Maldito hijo de perra.

—¿Qué hora es? —le pregunté de mala gana.

—¿Tiene alguna importancia?

—Bueno, al menos quiero seguir teniendo la noción del tiempo, ¿o tampoco eso me dirás?

Conall suspiró y miró la hora en su reloj de mano.

—8:16 de la mañana.

—Tengo casi quince horas secuestrado, sin comer ni ir al baño, ¿cómo me quieres matar primero? ¿De abstinencia o hambre?

—Te recuerdo que ayer te hiciste el orgulloso y rechazaste mi humilde obsequio —se hizo el ofendido ante mi reclamo, tomándose del pecho.

—Sí, pero hoy es un nuevo día, ¿puedo comer algo e ir al baño? —le pedí, esforzándome por emplear un tono más amable. Pero claro, no lo conseguí como lo tenía planeado porque Conall simplemente era Conall.

Conall tomó una cubeta que había en el piso y me la puso en frente. Él la señaló con su cabeza y dijo:

—Adelante.

—No esperaras a que haga en frente de ti, ¿o sí? —alcé mi ceja, pero al ver seriedad absoluta en su rostro maldije en voz baja —. Puta madre, sí quieres.

—O es eso o te haces en tus pantalones, decide —sentenció.

—Pero es humillante —repliqué.

—Decide —presionó.

—Está, bien, está bien, lo haré —accedí, sintiéndome humillado pero sin opción.

Conall se puso de cuclillas frente a mí y sacó la llave para desposarme, pero antes de hacerlo, se alzó la esquina de su playera para que pudiera ver la pistola que llevaba enfundada.

—Si intentas algo, no dudaré en dispararte —me advirtió en un tono tranquilo pero gélido.

Maldita sea, mi plan para escapar se había ido por la borda. Lo que había sido una oportunidad ahora se convertía en un obstáculo. Ya no podía siquiera intentar huir porque terminaría con una bala en la frente primero. No, eso era cobardía y no podía permitírmelo. Me hice el asustadizo y asentí, tragando saliva. Tenía segundos para intentarlo, así que actué sumiso ante su orden y me dispuse a hacer mis necesidades. Conall no me perdía detalle, estudiando cada uno de mis movimientos con el más sumo cuidado. Cuando terminé y me subí la cremallera del pantalón, lo siguiente que pasó fue demasiado rápido.

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