Capítulo 21

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—¿Por qué llegaste tan temprano? —Mamá me preguntó cuando entré a la cocina. Dejé mi mochila en el suelo y me acerqué para darle un beso.

—Salí temprano —respondí.

—Ya veo —observó —. Pon la mesa entonces, iré a llamar a tu papá para comer.

Mamá salió de la cocina y yo comencé a poner los manteles, los platos, los cubiertos y los vasos en la mesa. Saqué del refrigerador la jarra de jugo de naranja que mamá solía hacer y lo serví en los vasos. Me acerqué a la estufa aprovechando que mamá no estaba y destapé el sartén para agarrar lo que había adentro; eran calabazas con carne y queso. Metí uno de mis dedos y me llevé un pedacito a la boca.

—Lucas —mamá me regañó cuando entró a la cocina —, ya te dije que no me gusta que hagas eso, espérate a que sirva.

Me llevé otro pedacito de carne y le sonreí. Cuando mamá sirvió los platos y todos estuvimos sentados, comenzamos a comer.

—¿Y la chica que vino ayer es tu novia? —preguntó mamá de repente.

—No —respondí, llevándome una gran cucharada de calabazas.

—Es muy bonita —comentó papá —. ¿Cómo habías dicho que se llamaba?

—Devon.

—Devon —repitió pensativo.

—Invítala de nuevo, puedo prepararles algo especial —dijo mamá, con cierta emoción por la idea.

Cuando mamá me hizo esa petición, mi cara debió mostrar algo muy distinto a la emoción que ella sentía, porque la expresión se le borró y me miró como diciendo "¿La regué, cierto?"

Pero traté de arreglarlo y en su vez le sonreí y dije:

—Claro, ma, se lo comento y yo te digo.

Eso le dio un alivio y habló contenta:

—Perfecto.

Continuamos comiendo y yo ya no volví a hacer ningún comentario sobre Devon, a excepción de mamá que de vez en cuando la siguió sacando a la plática hasta que ella y papá se pusieron a hablar sobre cosas del trabajo y yo terminé mi comida en silencio. Cuando acabé, subí a mi habitación con Tobby y me tiré en la cama; me sentía cansado. Comencé a acariciarle el lomo y me quedé viendo al techo. En ese momento, a mi cansancio se le sumó algo más: la tristeza.

Había llegado temprano a casa porque así lo había querido, porque en parte quería estar solo y porque cuando llamé a Hamlet para irme con ella, ni siquiera respondió. Qué gracioso, todos me estaban rechazando en este día.

Pero la tristeza no se sentía como la del vacío que te deja la pérdida de un ser querido, más bien era como si mi yo de dieciocho años se hubiera retornado a mi yo de cinco que cuando le gritaban o lo regañaban, se sentía apachurrado y acongojado con sus padres, como si ya no lo quisieran. Algo así era como me sentía.

Comprendí que quizás Devon tenía cosas que hacer, eso era completamente aceptable. Pero no fue eso lo que me dolió, sino la forma en cómo lo dijo, así, sin mucha importancia y con tanta facilidad. Tal vez estaba exagerando las cosas, tal vez era demasiado dramático o muy sensible, pero igual no dejó de doler.

Me erguí sobre la cama y Tobby me siguió con la mirada sin despegar su cabeza del colchón. Me puse de pie, me cambié de playera y me puse la beanie más vieja y desgastada que tenía.

—Iré al taller, ¿me acompañas? —le pregunté al perro, pero lógicamente no me respondió.

Salí de la habitación y bajé hacia el taller, no sin antes decirle a Tobby que no se orinara ni hiciera destrozos. Necesitaba despejar mi mente, mantenerme ocupado en algo y usar esa energía que de seguro malgastaría en pensamientos tontos, en algo realmente productivo. Duré aproximadamente tres horas allí abajo, terminando, haciendo y ensamblando. La cerca que estaba pintando por fin la terminé, lijé las demás tablas que faltaban y luego las pinté, y así fue con todas hasta que estuvieron listas y las saqué del garaje para que se secaran. Por cada lado fueron treinta minutos hasta que después de una hora estuvieron listas y las ensamblé una por una hasta formar la cerca completa.

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