Capítulo 30

80 67 259
                                    




[30]


A veces hay momentos en nuestras vidas donde sabes cómo iniciar algo, pero no cómo terminarlo. Y es que tener el lado incierto de las cosas, hace que cuando actúes tus posibilidades de éxito sean nulas, o quizás al revés; todo es cuestión de suerte. Sin embargo, a veces la suerte resultan ser acciones, y las decisiones personas. Es tu suerte la que hará de tu decisión buena o mala para quien la vaya a repercutir.

Pensé que las cosas con Devon después de lo sucedido cambiarían, que algo quedaría roto y que nada volvería a ser como antes. Pero fue todo lo contrario, Devon realmente hizo un esfuerzo por cambiar y lo demostró. Era más abierta, ya no se cerraba tanto ante el exterior y me permitía intervenir y ayudarla con más libertad. Yo también aporté mi granito de arena, cambié ciertos aspectos y actitudes negativas de mi persona. Dejé de presionarla en ciertas cosas, por ejemplo, el tema sobre denunciar a su tío ya no lo volví a tocar. Pero la animé a que tomara terapias, que fuera con un psicólogo para que pudiera ir sanando heridas y darse una nueva oportunidad. Le dije que si no quería que su familia lo supiese, yo la ayudaba a pagarse las sesiones y la acompañaba. Aunque no me dio una respuesta concreta, me sorprendió que no se lo hubiera tomado a mal. Más bien, reaccionó tranquila y serena, cosa que me alegró y me hizo sentir tranquilo.

Había pasado un mes, y las cosas entre ambos habían mejorado, incluso iban mejor. Devon estaba dando lo mejor de sí al igual que yo. Ambos lo estábamos dando todo, pero más ella. Yo era como un pilar en su vida que le daba ese sostén que tanto había necesitado. Era su apoyo, su fortaleza cuando su fe flaqueaba, y poco a poco la enseñé a amarse y quererse a sí misma. Dicen que alcanzar el amor propio es una tarea que le corresponde a cada quien, pero yo creo que todos necesitamos al menos a una persona para que nos ayude. Que nos recuerde lo especial que somos y nos haga ver todas aquellas virtudes que nosotros no podemos ver. Todos necesitamos una motivación que nos incite a amarnos cada día, que nos haga enamorarnos de nuestros defectos y apreciarlos como si fueran arte y no como defectos. Ese, es el mejor amor propio que alguien nos puede dar.

Y poco a poco Devon comenzó a amarse más cada día, a superar sus inseguridades y ciertos traumas que aunque no reconociera, yo los veía. Aún quedaba mucho camino por recorrer, sería un largo proceso. Pero lo lograría, porque no estaba sola, me tenía a mí.

—Hola —saludó Devon a todos en la mesa cuando llegamos con nuestras charolas.

—¡Hola par de tortolitos! —nos dijo Hamlet animadamente —. ¿A penas van a saliendo de clases?

—Yo no, pero me quedé a esperar a Lucas hasta que saliera —le respondió Devon —, ¿por qué dijiste que no te dejaban salir? —se volvió a mí.

—Porque a alguien se le había perdido el dinero y hasta que no apareciera saldríamos —bufé, rodando mis ojos al recordarlo —. Hazme el favor, como si fuéramos en primaria y tuviéramos seis años.

—No lo puedo creer —se burló Hamlet —. Déjame adivinar, ¿Martín?

—Ese mismo.

—Recuerdo cuando me daba clases —recordó Hamlet con cierto aire de melancolía.

—Un hijo de puta, pero excelentes clases —comentó Devon.

—Y... cambiando de tema, cuéntanos sobre tu nueva novia, Tyler —Hamlet codeó al menor que se había mantenido callado durante todo el rato y todos lo volteamos a ver con unas sonrisas pícaras, él se sonrojó al instante.

—Pues... aún no es mi novia —rió algo nervioso y se rascó la nuca.

—¡Ay vamos! Pero si se estaban dando besitos el otro día en el pasillo, yo los vi —exclamó Hamlet completamente incrédula.

Incroyable Donde viven las historias. Descúbrelo ahora