2

45 7 0
                                    

Me dedica una enorme sonrisa que estoy segura le devuelvo con creces. Hacer feliz a mi progenitor y que esté orgulloso de mí, siempre ha sido mi objetivo.

— Lucifer, no creo que sea una buena decisión hasta que definamos nuestro acuerdo.—Astaroth observa a mi padre con temor, pero con una determinación férrea.

Observo con precaución como el gesto de mi padre se distorsiona en una mueca furibunda. Mal comentario querido duque. Su mano azota con fuerza la mesa, destrozando la esquina de ésta en el acto. Contento una exclamación, su ira es peligrosa, en la mayoría de los casos, letal.

— ¿Y porqué infiernos es una mala decisión, Astaroth? —sisea. En la mayoría de las ocasiones nada lo saca de balance, pero ésto, lo ha esperado milenios. Las llamas en sus ojos y las sombras que han acudido al malestar de su señor son una clara advertencia de que las palabras que escoja el duque deben ser cuidadosas, si no, es muy posible que el caos se desate y por más que aquello me parezca curioso y divertido, si queremos que ésto inicie necesitamos el apoyo completo de nuestras tropas. Astaroth se queda mudo por largos segundos—, ¡Estoy esperando una maldita respuesta! —Su voz truena por todo el salón arrancandome una enorme sonrisa.

—Mi señor yo... — Ambos lo observamos con intencidad pues no parece poder  concluir su patética explicación.

— ¿Tú qué..? —intervengo. Mi filosa voz hace que Bael se tense aún más en su sitio. Me ha jurado lealtad y en caso de que esta conversación termine de una forma inesperada tendría que someter a su padre.

Astaroth cierra los ojos con fuerza, su mandíbula se aprieta, se está conteniendo. Cuando por fín parece que recupera su maldita voz, se decide a hablar.

— Yo creo que antes de empezar ésta batalla, que puede significar nuestra extinción, debemos asegurar nuestra supervivencia, nuestro legado,—su mirada conecta con la de mi padre, se comunican por ese medio. La petición silenciosa del duque y la sutil negación de mi padre no pasan desapercibidos ni para Bael, ni para mí— Lo prometiste.— sisea el duque tras la negativa.

— Él prometió, ¿qué? — pregunto con genuino interés. Mi progenitor no suele ocultarme nada pero ésto, de ésto no se nada y eso me crispa los nervios. Ninguno me contesta.

— Le prometí que desposarías a Bael y nos darías un heredero — dice como si nada. Su indiferencia me llena de ira.

La cólera que siento me desubica. Me pongo de pie con estrépito y me le quedo mirando con furia a los dos.

—¡Y cuándo planeaban decirme de su plática la cual decidiría mucho de mi jodida existencia! —mi padre me mira imperito, lo cual es lo más jodido de todo— ¡¿Cuándo?! —exploto.

—Se te iba a comunicar en cuanto se llegara a una decisión y por el momento me negué. Así que ahora, ¡Siéntate! —la fuerza en su voz me hace sentarme al instante, pero la inconformidad me sobrecoge.

— ¡No puedes seguir posponiédolo Lucifer! —. Se queja Astaroth.

Mi mirada irritada se clava en Bael, se trata también de su maldita vida y ni siquiera se atreve a abrir la boca.

— Si puedo —anuncia mi padre con impavidez, una enorme sonrisa se posa en mi rostro pero ésta desaparece cuando continua—, Sin embargo se comprometerán y harán un pequeño lazo de sangre para asegurar su unión—Me quedo boquiabierta y el enojo me recorre, está vez con mucha más fuerza.— Y dejando de lado aquello continuemos con lo que me concierne.
La profesia la iniciaremos en siete días, tienen hasta entonces para prepararse.
Eyra, irás a la vida terrenal y vas a preparar a nuestra gente allá. Bael, Agares y Amón te acompañarán. Todo sobre vuestra estancia en el mundo humano está arreglado, ya sabes que hacer. Con respecto al compromiso se celebrará mañana así que lleguen a un acuerdo. No quiero inconvenientes. ¿Está claro?

Su intensa mirada me traspasa, está esperando una réplica que no llegará. Siempre le he demostrado que cumplo con lo que se me ha sido impuesto.
Asiento sin contestar. Se pone de pie y sale de la sala a paso firme, seguido de Astaroth.

Ninguno se digna a mirar atrás después de aquello.

Me permito observar a Bael, me pongo de pie y avanzó hacia donde esta.
Se posiciona de modo que queda de frente a mí, solo que sigue sentado, lo miro desde mi altura. Me observa calculador, no sabe a qué atenerse en estos momentos conmigo.

— ¿Lo sabias? —siseo con lentitud, mido cada uno de sus gestos. Cierra los ojos y agacha la cabeza. Esa es respuesta suficiente para mí,— ¿Desde cuándo? —. Le escupo con furor.

— Desde hace tiempo —contesta con desanimo.

Mi mano no se hace esperar y una sonora cachetada le surca el rostro. Mis uñas arrancan parte de la carne de su mejilla con un sonido aterradoramente  gratificante. Siento la sangre manchar mi rostro y mis ropas pero el gusto me dura poco pues cuando su mirada se alza está completamente sanado. No hay marca de mi golpe. Cuando voy a golpearlo de nuevo sostiene mi muñeca, me mira con un deje parecido al dolor, siséo colérica. No quiero que me toque.

— Creí, yo creí que estarías emocionada —me contesta turbado, y herido....

Me quedo analizándolo unos segundos y me recuerdo quién es. Es mí Bael.
Le miro con un poco más de calma al ver su estado vulnerable. Le conozco desde siempre y le aprecio, no quiero ser así con él.

— Bael — susurro conciliadora mientras poso mi mano en su mejilla, acariciándole. Mueve su rostro a mi toque suspirando contra mis dedos.

—Te haré feliz Eyra, te prometo que te haré feliz .—sostiene mis manos entre las suyas y las besa intermitentemente. Le miro con incertidumbre.

—Hazlo entonces —me mira esperanzado, pero yo no puedo más que mirar a la nada.

Le siento abrazarce a mi cintura, solo consigo pasar mis dedos distraídamente por su cabellera. Él promete hacerme feliz, pero no siento nada más que pesadez.

EL ÁNGEL DEL INFIERNODonde viven las historias. Descúbrelo ahora