Mi corazón late con fuerza en mis costillas, siento la boca seca y un pitido en los oídos.
Es momento de ir a buscar a mi señor.
Asiento hacía mis dos acompañantes y me pongo de pie con elegancia.
Volteo hasta Bael y le sonrío para hacerle saber que no hay nada de qué preocuparse. Aunque no estoy del todo segura de aquello.
Camino a paso seguro hasta llegar al costado de mi padre. Él me mira con una alegría aterradora, besa mi coronilla y disculpándose con los presentes, nos saca de ahí.
Caminamos por el pasillo a una velocidad abrumadora hasta llegar a uno de los enormes despachos dispuestos para los asuntos del supremo.
Al llegar cierra la puerta y se sirve una bebida para acomodarse en su enorme sillón. Me indica que le imite y así lo hago. Me acomodo justo frente a él.— Eyra, hija mía —su voz suena exultante,— Estamos a días de que inicie nuestro plan —me rejalo por fin tras escuchar aquello. Creí, que me iba a decir algo que no me gustaría, pero aquí está, siendo él.— Estuvimos a nada de ser detenidos por más tiempo por Astaroth, pero ya nos deshicimos de aquel tras pie gracias a tu unión con su manipulable hijo. Quiero que te encargues a través del duquecito de qué todo esté en orden con nuestras tropas, no quiero dificultades de ningún tipo. Haz lo que tengas que hacer, maneja todo a tu antojo, mi hermoso ángel. Y no permitas que nadie se interponga en nuestros planes. Nadie.
— No te preocupes, padre. Yo nunca te he fallado, y no empezaré a hacerlo ahora.
Me sonríe con triunfo. Sé que soy aquello por lo que tanto esperó, pues me ha criado a su entero gusto.
— Bien, puedes irte.
Nadie, nadie, nadie. Repito en mi mente aquélla palabra. Sé que ahora necesito la convicción de pasar por quién tenga que pasar para lograr mi destino. Entiendo con desencanto, que Bael se podría convertir en un impedimento para alcanzar mi cometido si no aprendo a manejarle si eso llegara a suceder me vería en la necesidad de acabar con él, y por el momento eso no entra en mis planes.
—Ahora ve, mi bello ángel y disfruta de esta noche entre los tuyos.
Asiento hasta él y me evaporo para aparecer en el salón.
Cuando vuelvo ambos demonios se encuentran donde los dejé antes de marcharme, mi prometido observa ofuscado a Abigor, cosa que no me sorprende. Aquél demonio no conoce la palabra cordura, mucho menos la moderación.—Abigor —le llamo. Las gruesas cejas del castaño se levantan al observarme. Sus enormes ojos claros me analizan con picardía y diversión frente a Bael.
—Princesa—arrastra las palabras y eso me deja ver qué se encuentra diferente a como lo dejé, es difícil desestabilizar a nuestra raza con alcohol pero en grandes cantidades ciertamebte puede causar ciertos efectos leves. Se pone de pie y a pesar de su interesante estado sólo se tambalea un poco. Hace una profunda reverencia demasiado burlesca y extiende su gran mano hacia mí.—¿Bailaría conmigo, alteza?
Miro por un momento a Bael, se supondría que el primer baile debería ser con él, sin embargo asiente con una sonrisa. No tiene inconveniente.
Me giro de nuevo al duque infernal y le extiendo la mano.—Por supuesto, mi Lord —hago una señal y el pequeño grupo destinado para el entretenimiento empieza a tocar una suave balada escandinava que habla sobre la guerra, y el amor...
La enorme mano de Abigor se afianza en mi cintura, mientras yo poso la mía en su hombro y así empezamos a mecernos por el gran salón.
Me mira intensamente con sus enormes pozos grises, yo sólo atino a devolverle la mirada, analizando sus bellos rasgos, hasta que siento que su poder nos envuelve a ambos. Suelto una enorme exclamación que él se encarga de acallar poniendo su hombro para cubrir mi rostro.—Relajate, Eyra. Sólo quiero saber...— Respiro con agitación, el duque tiene el poder para conocer parte del futuro y cómo se desarrollarán las batallas, pero el dolor en mí cabeza no me permite pensar con claridad, el dolor es atenazante. Trato de inhalar aire pero me es prácticamente imposible.—Shh, ya casi hermosa. Ya casi...
La fuerte presión de su mano en mi cintura aumenta, tratando de conciliarme. Maldito demonio, debió avisarme que se inmiscuiría en mi cabeza. Cuándo siento que su jodido control termina inhalo sonoramente, buscando calmar la sensación intrusiva. Dejo caer mi cabeza en su pecho, calmandóme.
—¿Qué viste, Abigor? —cuestiono hacia él, su falta de respuesta me desquicia así que aprieto dolorosamente el hombro del demonio.—Te pregunté, ¿Qué viste?
La angustia en su rostro me pone alerta.
- No puedo, no voy a decirte.- niega con rotundidad.
La ira que me consume tras tener que soportar la tortura a la cual somete su poder me hacen tener que someterlo.
—Te dije que me digas lo que viste, Eligor —le digo demandante. Tras escuchar su verdadero nombre me mira con pánico.
—Tú no deberías saber ése nombre Eyra —sisea.
— Ya veo que no estabas ofuscado en lo absoluto, se te da muy bien la farsa. Pero ahora, que no se te olvide que soy la futura regente infernal, Abigor. Tengo todo el derecho de saber tu verdadero nombre. Y tambien tengo el derecho de saber lo que viste en mí jodida cabeza.
Niega apesumbrado pero sabe que no tiene opción. He pronuciado mi orden y su verdadero nombre así que ha de obedecer.
—Tened cuidado alteza, vendrá el amor y la guerra. Usted decidirá cuál es más importante y cuál ha de destruirla.
Lo sostengo cuando intenta apartarse. Oh no, me lo dirá todo.
Trato de subyugarle con mi poder pero se resiste, no en balde es uno de los duques del inframundo, además de que es siglos más viejo que yo.
Se rebela, con dificultad pero lo consigue. Aunque no impide que le provoque dolor con mi poder, mucho dolor, le veo boquear en busca de aire pero en ningún momento me demuestra más debilidad.— Que te aprecie no significa que dejaré pasar ésta insolencia, demonio.— le digo con enojo, sus malditas palabras me ponen nerviosa. Más porque sé que es la punta del iceberg la información que me dió. Sé que hay más, mucho más.
—Ya lo sé, Eyra.— contesta con dificultad —Pero no obtendrás más de mí. Qué no se te olvide quién soy. Si te dije algo fue por el nombre que usaste, y porque no quiero verte caer.
Se aparta por fin de mí cuando aflojó mi agarre y le libero del dolor. Da media vuelta y se dispone a marcharse hasta que mi voz lo detiene.
— Vendrás conmigo al plano terrenal, demonio. Es una orden.
No se gira, pero asiente.
— Entonces la veré en cinco días, alteza. Prepárese.
Es lo último que me dice antes de marcharse, dejándome ahí, sóla, a mitad del gran salón, con miles de preguntas.
ESTÁS LEYENDO
EL ÁNGEL DEL INFIERNO
FantasyEN PAUSA ⏸ Se encontraba ahí frente a él. Erguida, de pie y con porte digno como demandaba su estricta preparación para este momento. Avanzó hasta él para acabar con su vida pero, simplemente no pudo. Él respiró pesadamente, evidenciando un poco s...