Cuando giro el pomo de la puerta mi prometido no está por ningún lado, tal vez subestime su enojo.
— ¿Bael? —
Lo llamo con voz suave, miro por todo alrededor pero no está por ningún lado.
— No está aquí
Respingo al escuchar la voz de Abigor, lo encuentro sentado en el sillón de la estancia.
— ¡Maldición! Me asustaste imbecil.
¿Qué haces en nuestra habitación?Se ríe burlón y me observa inquisidor.
Al final se decide por solo hacerse el desentendido.— El duquecito debe estar en la sala de entrenamiento que hay aquí. Esta en la planta baja, cerca del pasillo del ángel, dos puertas a la derecha. Deberías ir a hablar con él. Deja tu testarudo orgullo a un lado por unos minutos, él solo está preocupado y al igual que tú esta lo suficientemente perdido en lo que siente a través de la conexión.
Su cuerpo desaparece tan pronto termina de decir su monólogo.
Maldito sea él y su tediosa sabiduría.Cierro los ojos y decido hacer uso de mi poder para aparecer justo en la entrada principal, avanzo a paso decidido según las indicaciones del idiota y tal como dijo cerca del pasillo hay por lo menos cinco puertas, camino hacia la segunda y la abro con lentitud.
En efecto ahí está mi pelinegro, lanzando dagas y enormes cuchillos a diferentes dianas del lugar.
Sus rizos negros caen en su frente perlada de un fino sudor. Se ve arrebatador.
Gira y lanza, una y otra vez, controlo mi respiración para no distraerle, poco a poco en su furia deja salir parte de su verdadera naturaleza, de su cabeza empiezan a surgir dos enormes y mortíferos cuernos mientras que su rostro de por sí anguloso se afila más. Sus ojos, sus preciosos pozos negros logran enfocarme y de sus fosas nasales sale humo como si de un toro encabritado se tratase. Deja de lanzar pero también deja de mirarme.
Se me seca la bota ante tan sensual visón de la naturaleza de Bael.—Te estaba buscando— comento con la voz pastosa por el deseo.
Me dirige una seca mirada y asiente, empieza a acomodar las cosas y a levantar las dagas una a una, evitando con esto mirarme.
Chasqueo la lengua y con un tronar de dedos las dagas quedan perfectas en su lugar.— Bael deja de ignorarme.
De pronto el deseo se ha esfumado y empieza a surgir el enojo, maldita sea, él y sus infanterías.
— No la ignoro alteza
Su perfecto rostro me devuelve por fin la mirada, se le ve imperito, frío, imperturbable.
— Sí me ignorabas y que es eso de alteza. ¿Que demonios? Si algo te molesta sólo dímelo, no tengo tiempo ni ganas de enfrentar tus extrañezas.—
Intento tomar su brazo pero se aparta con brusquedad
Un relámpago de ira y dolor cruza su mirada. Mientras que por nuestra conexión siento a mi corazón encogerse ¿O es el suyo?— Yo no te pedí que vinieras. Y ya me has dejado claro desde la mañana que no tienes tiempo para dialogar conmigo, me ignoras y no me tomas en cuenta. Déjame sólo Eyra, ahora yo no tengo ganas de lidiar contigo. No quiero verte. Lárgate.
Boqueo en busca de aire, sus palabras son como un puñetazo en el estómago. El anillo en mi dedo parece quemar y ahora más que en otros días siento la fuerza de nuestra unión palpitar en mi pecho. Siento a mis ojos humedecerse y de pronto lágrimas de sangre surcan mi rostro sin que pueda detenerlas.
¿Que diablos?
Yo nunca había llorado
Bael levanta el rostro y al mirarme así hace el atisbo de acercarse, por un momento vuelve a ser mi demonio pero vuelve a tensar la mandíbula y se aleja dándome la espalda, veo a sus poderosas piernas caminar con fuerza para apartarse de mí, no voltea ni una sola vez antes de abrir la puerta y marcharse dejandome aquí.
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EL ÁNGEL DEL INFIERNO
FantasyEN PAUSA ⏸ Se encontraba ahí frente a él. Erguida, de pie y con porte digno como demandaba su estricta preparación para este momento. Avanzó hasta él para acabar con su vida pero, simplemente no pudo. Él respiró pesadamente, evidenciando un poco s...