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Dedicado a Jenoddykam

Escucho fuertes sonidos y voces ahogadas que empiezan a sacarme de la nube de la inconciencia. Cuando abro los ojos una luz cegadora me hace volver a cerrarlos con fuerza antes de intentar abrirlos de nuevo.

Siento la garganta seca y un punzante dolor en mis sienes.

Trato de levantar mi mano para intentar aliviar el dolor cuando caigo en la cuenta de que me encuentro maniatada.

Un flashback de todos los acontecimientos me hace apretar los dientes con rabia.

Fui tan ingenua.

—Veo que ya has despertado— el familiar susurro me lleva a levantar con cuidado el rostro para que la luz no me lastime. El ángel con cabellos blancos me mira con una pequeña sonrisa que me hacer verle recelosa. Estira en mi dirección un vaso que hasta ahora noto llevaba entre sus manos. —Es agua, creí que despertaríais con sed—explica al ver mi reticencia de ingerir cualquier cosa que provenga de ellos.

Me quedo sopesando las opciones, el ángel se queda ahí esperando pacientemente a que tome mi decisión de aceptar el vaso o no. La sequedad de mi garganta me lleva a asentir en su dirección, levanto las manos e intento sostener el vaso, pero las cuerdas lo hacen una tarea tremendamente complicada. Hago una mueca contrariada.

El ángel me sonríe comedido y vuelve a tomar el recipiente de entre mis manos.

—Permítame ayudarla, alteza— dice con una voz tan suave como una melodía, a diferencia de su compañera mi titulo en sus labios no suena a mofa, si no mas bien a reconocimiento. Le veo casi con incomprensión cuando acerca delicadamente el vaso a mis labios. Le miro a los ojos con intensidad antes de inclinarme y abrir los labios para que pase el fresco liquido por mi garganta. —Muy bien, el liquido ayudará a remitir un poco los efectos que haya tenido lo que usaron para dormirle princesa.

Todo en él transmite calma. Paz. Seguridad.

La sonrisa sincera que me dedica al ponerse de pie me insta a abrir la boca.

—Gracias —murmullo con una mueca al no saber como llamarle.

Él parece advertir mi dilema por lo que me saca de mi duda.

—Mi nombre es Lecabel— anuncia dirigiéndome una pequeña reverencia.

Su sonrisa es tan limpia y libre de malas intenciones que me veo a mi misma devolviéndole la sonrisa.

—¿Qué estás haciendo aquí, Lecabel?

Su voz me pone en completa tensión. Trae con él la marea de inseguridades que habían estado rodando mis pensamientos al despertar. Armándome de valor por fin a parto mi vista del joven ángel y me concentro en el traidor.

Caliel me devuelve la mirada, calculador.

Se ve totalmente mejorado. Va atibado en una sencilla playera blanca y unos jeans desgastados.

Mi atención vuelve al otro cuando habla.

—No pretendíais que le abandonara a su suerte, ¿o sí Caliel? Recuerda lo que somos.

Veo la furia fluir por el cuerpo en tensión del ángel.

—No olvido lo que soy hermano. Así como tampoco tú deberías olvidar la naturaleza de ella.

Un pequeño nudo oprime mi corazón.

Estoy a punto de agachar la mirada compungida por el mal disimulado rechazo que se escucha en la voz del rubio cuando me recuerdo a mi misma quién soy. Lo que vine a hacer a este mundo.

EL ÁNGEL DEL INFIERNODonde viven las historias. Descúbrelo ahora