Una vez entro en la sala todos los ojos se vuelven hacia mí, carraspeo y me encamino lo más rápido y elegante que puedo a la cabecera de la enorme mesa de juntas.
Príncipes infernales y demonios sumamente poderosos me dan la bienvenida.
— Su alteza— todos hacen una pronunciada reverencia, les hago un asentimiento en respuesta.
—¿Qué sucede aquí? nadie me mencionó nada acerca de una junta.
Valefar hace una mueca incómodo antes de hablar—Su excelencia no nos dio oportunidad de avisarle antes de que decidiera salir de la mansión. Una disculpa. Estamos reunidos para que reconozca a los que serán sus principales guerreros en esta lucha, además de que dadas las circunstancias tenemos que armar un plan para saber dónde se encuentran los principales ángeles en esta ciudad y acabar con ellos. Tenemos la ventaja de tener a uno de ellos bajo nuestro poder, solo hace falta que utilice sus habilidades para extraer la información necesaria y proceder con el primer ataque que dará inicio a esta guerra. Pero primero las presentaciones, aunque sé que ya les conoce mi señora, nosotros seremos los que estaremos con usted en las próximas luchas. El príncipe Belcebú— asiento hasta él, con sus rasgos egipcios luce hermoso y peligroso, el demonio de las moscas y la mentira, de los más poderosos del infierno— Ammón, señor de los bosques— sus ojos de un verde esmeralda me escrutan lentamente hasta que asiente con una sonrisa, es el demonio de la fuerza y la violencia que bien se ven camufladas por su sensual y varonil apariencia, sus cabellos rubios y su piel tostada bien podrían engañar a cualquiera de que es inofensivo, nada más alejado de la realidad.—El señor Asmodeo—resoplo cuando guiña uno de sus orbes plateadas en mi dirección, el demonio de la lujuria siempre ha sido más que un fastidio aunque un agradable colega, le sonrío discretamente— El señor Pazuzu — el señor de los demonios del viento y tormentas, un enorme demonio albino, sus blanquecinos rasgos son ciertamente arrebatadores, y letales.—y por ultimo nuestra señora Lilith—la hermosa mujer que bien pudo ser mi madre me devuelve la mirada con sus bellísimos ojos violetas, es una mujer aguerrida y perfecta, le regalo una enorme sonrisa que me devuelve con creces, al morir mi progenitora al darme a luz ella fue una figura materna para mí en el inframundo, lo sigue siendo.
Los observo uno a uno y siento un éxtasis inmenso, los aquí presentes son seres infinitamente poderosos, y están aquí por mi padre, por mí.
Están aquí para acabar con todos. Para cambiarlo todo.
—Gracias—comienzo, mi voz suena fuerte y decidida. La lucha está por comenzar—Los aquí presentes sabemos que este es el inicio del fin de la era celestial, es momento de que tomemos el lugar que nos corresponde en la gloria de los cielos, estoy dispuesta a entregar mi existencia de ser necesario para que se cumpla la profecía y me llena de placer saber que ustedes me acompañarán en esta letal campaña que acabará con nuestros enemigos.
¡Viva el rey de los infiernos y nuestra causa!
Tras terminar de establecer que mañana se extraerá la información al celestial todos se fueron retirando uno a uno, incluso Bael y Abigor se retirariron sin ver atrás, dejándome únicamente con Lilith.— Me alegra volver a verte mi querida Eyra— me acerco a ella y le abrazo con fuerza, su hermoso olor a sándalo y azufre inunda mis fosas nasales, había añorado que estuviera junto a mi, la tozudez e infidelidades de mi padre le habían alejado desde hace algunas décadas. Ella siempre había sido una constante en la vida de mi padre, estoy segura que se rompió cuando él eligió a mi madre, había escuchado historias, sin embargo cuando ella murió Lilith regresó a su lado, estando ahí para él, para mí, sin embargo mi padre había vuelto a sus andadas, lastimando a la demonio una y otra vez hasta que decidió poner distancia de por medio.
—Creí que te vería en mi compromiso
Le veo sonreír con cierta chispa de tristeza, su hermoso rostro que ya ha vivido milenios se descompone un poco antes de contestar.
—No sabes como me hubiera gustado estar presente, y más para hacerle frente a tu padre para que así tú elegieras quien iba a ser el infeliz afortunado de tenerte.—Le sonrio con cariño y tomo sus manos para apretarlas levemente—Bael es un gran y poderoso demonio y estoy segura que te adora mi hermosa criatura, pero esa unión compartida con alguien a quien tú eligieras habría sido perfecta.
—Estoy bien con eso Lilith, estoy bien con él. Y me alegra verte también, te había extrañado. Mucho.
Una silenciosa y orgullosa lagrima de sangre cae por una de sus comisuras, se apresura a limpiarla y separando sus manos de las mías me toma por los hombros y me da otro suave abrazo.
—También te extrañe mi pequeña, también te extrañé.
Y aquí mirándola frente a mí estoy segura que lo que le dije a Abigor sobre que nuestra raza no puede amar es una suposición equivocada. Lilith ama a mi padre, incluso me ama a mi que soy una memoria viviente del daño que mi padre le ha hecho a su sobrenatural corazón. Además yo también siento por ella más de la habituales sensaciones demoníacas, yo quiero a esta demonio.
—Ahora dime, donde esta aquél ángel al que hemos de torturar mañana
Pregunta con renovado entusiasmo.
—Nada de tortura— la rapidez de mi respuesta la cual no entiendo hacen que me mire con una chispa de gracia, inclina su bello rostro a un lado y entrecierra sus ojos para analizarme, paso saliva incómoda cuando sonríe ampliamente— Si se resiste habrá tortura.
Al final cuando trato de arreglarlo termina riendo suavemente, bellos tintineos se escuchan cuando se burla de mi persona. Resoplo incómoda ante su conocedora mirada.
— Muy bien mi pequeña, muy bien. Ahora iré a dar una vuelta por ahí, hace un tiempo que no me acuesto con un mortal. Tu deberías ir a descansar.
Me da un efímero beso en la mejilla y se evapora en ese mismísimo instante.
Un suspiro abandona mis labios.Camino hasta el cuarto que comparto con Bael y me preparo mentalmente para enfrentar sus regaños y lo que tenga que decirme, además de aclarar con él lo que ha dicho Abigor.
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EL ÁNGEL DEL INFIERNO
FantasyEN PAUSA ⏸ Se encontraba ahí frente a él. Erguida, de pie y con porte digno como demandaba su estricta preparación para este momento. Avanzó hasta él para acabar con su vida pero, simplemente no pudo. Él respiró pesadamente, evidenciando un poco s...