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— Un gusto, Alexander, ¿Quieres sentarte?

El apuesto humano asiente sagaz.
Oh que bella criatura, su debilidad me invita por unos segundos a querer romperle el cuello para así medir su vulnerabilidad, pero a su vez su encantadora e ingenua sonrisa me detienen.

— Dime Cass, ¿Te molesta que te diga Cass?,—No me da tiempo de negarme o de exigirle que respete mi falso nombre así que termino negando y aceptando el mote. Tengo la sensación de que este humano me puede dar suficientes respuestas—¿Qué haces en Canadá? No me malinterpretes se que puedo ser un poco entrometido, pero se nota que no eres de aquí, pareces una princesa de hielo, además de que tienes un raro acento y de que nunca te había visto por este lugar.

Princesa de hielo, le sonrío por su acertado acercamiento sobre lo de princesa.
Aunque yo sea más fuego que hielo.

Una risilla tonta que copio de la chiquilla de un lado escapa de entre mis labios, Alexander me mira encandilado.
Que fácil es engatusar a los humanos.

—Vaya, que inteligente eres. En efecto no soy de aquí—comienzo con una dulce y delicada voz.
Se encarga de acercarse más a mi, siento su varonil mano descansar en una de mis rodillas. Ladeo mi rostro para parecer inocente y susurro lo más tierno que puedo—¿Crees que podrías enseñarme el lugar? Acabo de llegar y no conozco mucho.

Un puchero envuelve su rosada boca antes de convertirse en una enorme sonrisa.

—Honor que me haces, yo me encargaré de enseñarte todo lo que valga la pena. Seré tu guía personal.

Mi piel se envuelve de una cálida sensación, por el momento he de admitir que estás criaturas tienen su encanto.

—Estaré encantada de conocer con usted señor Bassett

Arrastro las palabras y saboreo como suena.

—Porfavor, llámame Alex. Tengo la sensación de que podríamos volvernos amigos cercanos.

Resoplo un poco y asiento hasta él.

—Alex será entonces— una sonrisa ilumina su varonil rostro.

Esta a punto de preguntarme algo cuando un bonito plato es depositado en la mesa por la linda rubia del principio, el dulzón aroma que desprenden los bollos abre mis fosas nasales y sin poder evitarlo empiezo a salivar.

El castaño me mira con gracia.

—Pruébalos, te gustarán

Tomo uno con cuidado, como si mereciera de mí que lo tratase con delicadeza, al acercarlo a mi nariz el nuevo aroma me encandila.
Huele diferente a todo lo que he conocido de alimentos.
Al morderlo es inevitable que un sonidito de placer escape de mis labios.

—Wow

Al devolver mi atención al castaño su atención recae a mis labios pero aparta la mirada acongojado.

Le observo con coquetería mientras limpio restos del dulce de mis labios, sus ojos van intermitentes de mis ojos a la forma de mi boca, que curiosos y graciosos son estos seres.

— Y dime Cass, ¿en dónde te estás quedando? .

Pregunta como quien no quiere la cosa.

—No muy lejos de aquí, de hecho creo que es tiempo de que vuelva, deben estar preocupados por mi ausencia.

Bael debe estar hecho una furia, creo que le he puesto en situaciones complicadas y es apenas el comienzo, pobre de mi bello demonio.
El humano asiente un poco desanimado, estoy pensado en sacar dinero para pagar el servicio cuando el niega.

EL ÁNGEL DEL INFIERNODonde viven las historias. Descúbrelo ahora