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Tercera parte:

—Deberías abrir los ojos, princesa.

No sé en qué momento había cerrado los ojos con fuerza, sólo sé que lo hice en pro de disfrutar de la forma correcta las agradables sensaciones que recorrían mi cuerpo al sentir con contundencia los varoniles dedos del ángel clavados en la desnuda miel de mis piernas. Aún podía sentir la suave brisa de las alas de Caliel agitarse a nuestras espaldas, no nos habíamos detenido completamente lo que animó mi curiosidad por lo que no dudé un segundo más en hacer lo que me pedía la bella criatura que me sostenía. Cuando abrí los ojos, fue inevitable que un jadeo maravillado abandonara mi garganta.

Era...

¡Era la cosa más majestuosa que haya podido observar en toda mi jodida existencia!

El cielo bailaba con el viento en los tonos más bellos que haya imaginado alguna vez, a pesar de que hace unos minutos éramos envueltos por la noche del mundo terrenal, en este lugar parecía que el tiempo del mundo mortal no encontraba cabida. Las nubes oscilaban entre tonos lavanda, lila y el más suave de los azules, creando una combinación francamente digna de hacerte olvidar todo lo demás. Era un escenario digno de las mas hermosas creaciones divinas, no cabía duda de que había sido una idea increíble haberle pedido esto al rubio.

—Esto....es lo más hermoso que he visto en la vida

Susurre con la emoción fluctuando con alegría en mi voz.

—Lo mismo digo, angelito.

Giré mi rostro al escuchar su devota afirmación, creyendo ingenuamente que hablábamos del mismo paisaje, sin embargo, el rubio me observaba a mí, libre y únicamente a mí. Me quedé sosteniendo su azulada mirada que ahora que sopesaba las cosas no podía decidir entre que azul era más maravilloso, el que se extendía a lo largo del lugar o el de la mirada de Caliel.

Cuando sus ojos parecieron sonreírme tomé mi decisión.

Caliel era lo más hermoso.

—Bájame ya, celestial.

Tomar la decisión de ponerle fin a tan linda guerra de miradas fue sin duda una complicada tarea, pero así debía ser. Por el bien de él y de Bael, pero sobre todo de mi confundido corazón que con cada minuto que pasaba parecía más que decidido a aferrarse a un ser que no debía, estaba completamente fuera de los límites sentir algo por una criatura divina. Con una sonrisa picara bailando en su rostro fue descendiendo de a poco, si se piensa el lugar era una completa maravilla a la par de una jodida contradicción, pensando que al bajar traspasaríamos de nuevo la invisible barrera que separaba éste cielo del otro le di un ultimo vistazo al lugar, grabando a fuego cada detalle, pero para mi sorpresa, y deleite, los pies de Caliel quedaron firmemente plantados en una de las suaves nubes, por su delicada apariencia cualquiera podría decir que nuestro peso hubiera logrado que se separase pero no fue así. Una vez más este lugar me dejaba gratamente sin palabras.

—Es momento de que deje de aprovecharse de mí alteza, —el juguetón tono que plasmó en su frase me llevó a sonreírle, suavemente me fue depositando en aquel suelo tan poco común, tan mágico, dejando que disfrutase de la linda sensación de ser acariciada por la suave pero firme consistencia de la nube sobre la que estabas parados, la cual se extendía por metros y metros, dándonos un basto espacio para pulular a nuestras anchas— Anda Eyra, camina, muévete, conoce.

Su suave empujoncito en la parte baja de mi espalda me instó a dar pasos indecisos a ninguna dirección en particular, no había mucho más que ver o hacer en aquel lugar más que apreciar su belleza sin par.

—Creo que ya he visto todo lo que tenía que ver, Caliel.

Dije mientras me abrazaba a mi misma, no tenía frio, pero tenía la necesidad de no sentirme vulnerable a su escrutinio, la carcajada que escuché a mis espaldas me llevó a fruncir el ceño, tal parecía que todo le resultaba particularmente gracioso hoy.

EL ÁNGEL DEL INFIERNODonde viven las historias. Descúbrelo ahora