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— Vas a vivir— susurro antes de marcharme del lugar.

Lo último que veo de la bella criatura es el crepitar de su suave respiración y sus ojos cerrados fuertemente.

Me dirijo a paso lento hasta la sala, donde me espera un ofuscado y bello demonio.

—¡Eyra! Por el infierno mujer. Creí que te había quedado claro que no podías estar a solas con él.
Y además das órdenes de que me aparten. ¿En qué infiernos pensabas?

Le miro impasible, se que he faltado a mi promesa de que él estaría presente sin embargo le he fallado.

—Lo siento, pero no podía dejar que muriera. Lo necesito para mi siguiente plan—miento.

No lo necesito para más nada, pero no podía, no, no quería dejarle morir.
Mis palabras parecen relajar al pelinegro, sin embargo aún logro sentir su inquietud y leve enojo a través de nuestro vínculo.

—Esta bien, princesa. Pero no vuelvas a hacerlo.

—Claro, Bael. No te preocupes.

Le contesto, sin embargo no estoy segura de poder mantener tampoco estas palabras.

—Valefar— llamo.

—¿Sí señora?

Miro al demonio de cabellos negros que me observa impasible ante lo que vaya a decir.

—Has que se le provea de alimentos al celestial.

Mi pelinegro me observa con furia mal disimulada.

—¿Por qué habrías de alimentarle? Ya demasiado has hecho salvando su miserable vida. No debes hacer más por él. Valefar tienes prohibido llevar cualquier cosa a la criatura.

Rechino mis dientes, el demonio nos mira contrariado.

— Retírate Velafar—agacha sus cabeza y se retira como alma que lleva el diablo, respiro profundo antes de encarar a mi prometido—Bien, tienes la autoridad de dar órdenes a nuestros siervos. Te lo concedi así, sin embargo no vuelvas a cuestionar mi autoridad.
Y sí no va Valefar a alimentarle te comunico que lo haré yo. Sin ti.

Doy media vuelta dispuesta a regresar con Caliel cuando escucho el atronador grito de mi pelinegro.

—¿¡Cómo puedes fiarte de ese desgraciado que ha intentado acabar contigo!?

—No me fío de él, Bael. Simplemente te he dicho ya que no he de dejarle morir. Le pese a quien le pese, incluyendote querido. Asi que por favor, en estos asuntos te pido que me dejes estar.

No le doy tiempo a replicar, vuelvo de nuevo a la habitación de la bella y moribunda criatura que ahora al entrar ya no se le ve moribunda para nada.

Esta sentado recargando su cuerpo en la pared, no puedo ver la hermosa ala que he creado ya que ha tenido la fuerza necesaria para contraerlas en su espalda. Su rostro, su majestuoso rostro me mira entre furioso y encandilado.

Esto es nuevo.

—¿Tenéis apetito?— pregunto con voz apacible rompiendo el silencio.

Me mira esta vez aún más intenso, analizando cada vestigio de mi rostro y movimientos.

—¿A caso piensa alimentarme después de lo sucedido?— pregunta con voz rasposa en un susurro que me eriza la piel.

Le miro con una sonrisa y me permito acercarme un poco más a él, se tensa por unos segundos pero después me mira como resignandose a mi presencia.

—¿Porqué no te alimentaría? Es algo mínimo si tomamos en cuenta que te he salvado la vida.— se remueve incómodo, seguro debe ser molesto para él enterarse que le debe la vida a mi raza, a mí—¿Ahora contesta, te apetece comer?

—Claro

Sonrío y sentándome frente a él vuelvo a hacer aparecer comida. Un poco de caldo y guiso para que se recupere y una copa de vino para calentarle el cuerpo.

—Come— le digo, me levanto y estoy apunto de salir cuando su voz susurrante me detiene.

—¿Me acompañaría en esta comida? —Me quedo completamente quieta en el sitio sin salir, pero tampoco volviendo.
Seguro ve mi reticencia por lo que en un suave susurro agrega— Prometo no volver a intentar matarle.

Una risilla se me escapa, le miro y asiento.

—¿Es un trato?— le digo como la vez que prometí yo algo parecido.

Extiende su varonil mano hasta mí, me acerco a paso vacilante hasta tomarla.
Una gran energía nos recorre a ambos.

—Trato— contesta también con un atisbo de sonrisa.

Me dedico a pellizcar la comida y a llevar sólo un poco a mi boca, para que Caliel logre alimentarse en demasía

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Me dedico a pellizcar la comida y a llevar sólo un poco a mi boca, para que Caliel logre alimentarse en demasía. Bien podría hacer aparecer un poco más, sin embargo tampoco quiero dejar tan palpable mi buena voluntad.

Me permito perderme en mis pensamientos hasta que escucho su hermosa voz.

—¿Podría hacerle una pregunta?

Hago de mis labios una fina línea. Me la pienso un momento. Si que está aprovechando de mi buena disposición.

—Sólo si tu contestas también una mía.—Veo su mente trabajar a mil, sin embargo sólo asiente y ladea su cabeza, sus rubios rizos le rozan los ojos. Detengo mis impulsos de pasar mis dedos entre sus doradas hebras.—Pregunta, pues lo que vos queráis.

—¿Me responderá sin falsedades? ¿Sólo con la verdad?

Veo tanta incertidumbre en su azulada mirada que decido interiormente contestar sólo y únicamente con la verdad.

—En la medida de lo posible, sí, Caliel.

Me dedica nueve sonrisa que hace picar a mis labios por devolvérsela, más amplia, más cálida, pero me contengo. Debo hacerlo.

—¿Por qué me diste un ala?

Me encojo de hombros dispuesta a que nada más salga de mis labios, sin embargo veo insistencia en su mirada por lo que me dispongo a contestar.

—Estabas a punto de morir, la necesitabas.

Le miro directamente y contrario a lo que esperaba mantiene firmemente nuestro contacto visual.

—Pregunte usted ahora.

Pienso por unos momentos lo que quiero preguntar y de repente algo se enciende con fuerza.

—¿Quién es Aniel?

Veo en cámara lenta como su gesto vuelve a cambiar, aparta la mirada y se aparta del espacio que habíamos estado compartiendo todo lo que le permiten las cadenas obsidianas.
Veo su torturado gesto y me arrepiento unos momentos de mi pregunta, pero tengo curiosidad sobre aquella que viviendo ahora solo en su memoria le instó a matarme.
Se tarda minutos en responder sin embargo, termina haciéndolo.

—Aniel era mi humana a proteger al ser designado su ángel guardián, era mi todo, era la mujer que amaba y a la que tu vasallo asesinó.

...


EL ÁNGEL DEL INFIERNODonde viven las historias. Descúbrelo ahora