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La hora ha llegado, gracias a Valefar y la imagen que logré extraer de Caliel, tenemos la ubicación exacta de los otros celestiales, estamos a unas pocas horas de iniciar con esta guerra.

Ajusto el pantalón de cuero y la cazadora.
Meto un par de dagas demoníacas en mis botas y ajusto un par de armas de fuego con sus cinturillas al rededor de mis piernas.

—¿Está lista, excelencia?— la hermosa pero indiferente voz de mi prometido me hace dar un salto.

No lo veía desde ayer, y ahora está frente a mí, con su traje estilo militar completamente negro.

Le da un aspecto encantador y siniestro.

— Estoy Lista

Asiente.

Esta a punto de dar media vuelta pero lo detengo suavemente por el brazo. Muerdo mis labios tragando mi orgullo.

—Bael, espera por favor — mi voz sale en un susurro suave.

Es un avance que no se suelte de mi agarre como ayer.
Suspira y me mira con más calma, diferente a la frialdad de hace algunos momentos.

— ¿Qué sucede?

A pesar de que ha cambiado su expresión sigue apartándose de mí, y no lo soporto, nuestra conexión me orilla a querer estar lo más cerca de él.

— Terminemos con esto por favor, ayer te estuve esperando todo el día, y te he echado de menos. No quiero que te sigas apartando de mí, no más.
Estamos a punto de poner en riesgo nuestras vidas y te quiero a mi lado, no como mi general, como mi prometido.
Te necesito. Deja de apartarte de mí, prometiste que cuidarías de mí, pero me estás lastimando- lo último que digo sale en un susurro lastimero, recuerdo su promesa y mi estómago se cierra por un momento.

Me estoy abriendo con él, le veo tomar aire y observarme fijamente.
Yo bajo la mirada y me resigno a que tal vez no me conteste.

Le siento acercarse, sostiene mi rostro con suavidad y hace que lo mire, me dedica una arrepentida sonrisa.

—Lo lamento—niega con fuerza, cierra sus ojos y hace una mueca torturada— No me he comportado a la altura y te he lastimado. Lo siento, lo siento.—Calidas lagrimas caen por mi rostro, se encarga de besar cada una— No llores, por favor, no llores. Soy un imbecil. No sabía expresarte que estaba preocupado hasta la mierda, tenía miedo de asustarte con lo que siento por ti, de que me apartaras porque te amo, y fui yo quien te alejó.

Mi corazón se salta un latido al escuchar la confirmación de las creencias de Abigor, sin embargo y contra todo pronóstico no me aparto, no me molesta su amor. Me llena de una emoción desconocida.

—¿Me amas?

Sorbo por la nariz pareciendo vulnerable, bah quién diría que alguien de mi jerarquía estaría aquí llorando como una adolescente mortal.

—Te amo

Sonrío bobalicona, no puedo decirle que lo amo de vuelta en estos momentos. Estaría mintiendo.
Sin embargo, puedo iniciar a hacerlo.

Me abrazo a su corpulenta figura, el me sostiene con fuerza y me aprieta más contra sí.

Busca mi rostro y me besa suavemente.

—También lo siento—susurro una vez nos separamos.—Yo tampoco hice las cosas bien, prometo tenerte más presente en mis decisiones. Eres muy importante para mí Bael, nunca lo dudes, y te juro que si salimos bien parados de esto aprenderé a amarte, quiero amarte, enséñame a hacerlo.

Su mirada se ilumina y me abraza con fuerza una vez más, esta vez busca mis labios con desesperación.
Le devuelvo el beso con cariño, con ansia.

EL ÁNGEL DEL INFIERNODonde viven las historias. Descúbrelo ahora