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Le observo con la duda creciendo en mi pecho.

—Y eso, qué podría significar para mí, Lecabel. ¿Qué cambiaría? —mi pregunta parece descolocarlo ya que su cincelado rostro mudó a una expresión contrariada.

Acercó sus manos intentando tomar la mía, ante su emocionado estado me aparto sin pretenderlo.

—¿Acaso no lo ves?

La sorpresa cubrió su rostro para después ser sustituida por la seriedad al comprender que yo no comprendía la gran relevancia de que mi madre resultara ser un querubín. Pareció comprender que yo no seguía el hilo de sus pensamientos que le traían tanta emoción por lo que suspiró antes de hablar lentamente hasta mí, como si fuera una niña pequeña a la que hubiera que explicarle las cosas con prudencia.

—Lo cambiaría todo, —dijo con voz esperanzada. —Tú no serias la que tendría que acabar con el orden entre nuestros reinos. De ser cierto lo que creo serias parte de ambos, el poder demoniaco y celestial unido en una misma criatura. Hija de dos grandes. Uno desterrado de su privilegiada posición y haciéndose con el poder del inframundo y otra tan cercana al creador y tan poderosa como ninguna otra. Eres la prueba viviente de que la guerra debe acabar, o de ser algo extremo; Serias la excusa perfecta para acabar por completo con tu raza para que no se sigan creando más criaturas como tú, herederas y merecedoras de la entrada y el poder de dos grandes reinos.

Abrumada con la información que estaba brindándome lo único que consigo es negar con vehemencia, no es posible.

—Yo jamás he presentado ningún indicio de poseer poder celestial—digo titubeante.

La sonrisa que iluminó su rostro hace que me aparte un poco de él, su mirada se ve extrañamente emocionada.

—Podemos comprobarlo nosotros mismos, si quieres—me ofrece con ansias.

Sopeso seriamente su oferta, pero una parte de mi se niega a comprobar la verdad de sus palabras.

Sin embrago el brillo en su mirada y la buena voluntad que ha presentado para con mi persona me hacen declinar a mi curiosidad por sobre mis miedos y termino por asentir ante él.

—Comprobémoslo entonces

Se paró con tanta emoción que está a punto de chocar contra mí, le observo con una pequeña mueca mientras niego divertida. A pesar de ser un ángel encuentro en su presencia una comodidad sorprendente, igual que con otro mas de su raza.

—Necesito sacarte de aquí primero, no me voy a arriesgar a que los demás se den cuenta aún. Sería peligroso— hizo un mohín, consiente de que no sería tan fácil cumplir su cometido—  Tal vez podamos contar con la ayuda de mi hermano

Su nombre quedó flotando entre ambos.

Caliel.

No sé si resulta tan prometedora su salida.

—No creo que funcione— Hace un gesto que le resta importancia a mi comentario mientras que asiente.

—Si lo hará, ese rubio imbécil me debe un par de favores, y es momento de que empiece a saldar sus deudas.

Empiezo a sentir la emoción de poder salir de aquí. Tal vez podría irme antes de lo esperado con la inestimable ayuda de este ángel.

Le sonrío y le sigo. Dispuesta a seguirle en búsqueda de su hermano con tal de salir de este lugar.

Pronto nos encontramos frente una gran puerta con decoraciones de platino que formaban figuras que parecen contar historias de guerra.

—¡Caliel, abre la puerta! ¬—Gritó mi compañero mientras aporreaba la puerta frente a nosotros con insistencia.

Bufó con enojo tras pasar en el corredor parados por largos minutos hasta que el dueño de aquella estancia se dignó abrir con un claro semblante de enojo.

—¿Por qué siempre tocas de esa forma, Lecabel? que seas el menor y el consentido de nuestra madre...—su monologo se ve interrumpido cuando cae en la cuenta de que a espaldas de su hermano me encuentro yo. — ¿Qué hace ella aquí? —preguntó, esta vez claramente sorprendido.

Sus ojos viajaron por mi cuerpo cubriendo todo pedazo de piel expuesto por la ligera tela, al percatarse de su error cambió su gesto a uno mortalmente serio, mirándome con inusitada furia.

Me cruzo de brazos ante su escrutinio lleno de reproches y seriedad. No me miraba así cuando estuvo a punto de besarme.

—Deja el drama hermano. Necesito tu ayuda y vais a brindármela de buena gana a menos que quieras que en el cielo se enteren de ciertos deslices cometidos por tu parte.

Los ojos de Caliel se abrieron de forma desmesurada.

Qué jugosos secretos conocerá Lecabel para haber conseguido tan interesante reacción por su parte.

—No te atreverías¬— murmuró el rubio con los dientes apretados.

El otro solo le sonrío retador, mientras se encogía de hombros.

—Pruébame

Pareció ser aliciente suficiente para que el renuente celestial se hiciera a un lado y nos cediera el paso a su habitación, pase por detrás de su hermano y sentí su aura al pasar  a su costado.
Se le percibía ofuscado.

Su cuarto no era tan distinto que en el que había estado momentos antes, la diferencia radicaba que en los lugares que su hermano tenía libros y papiros de distintos tipos; Caliel tenía armas, de todos tamaños y funciones.

Todo un guerrero, pensé con gracia.

—Ahora sí, dime que precisas de mí. — se encaminó hasta una de las grandes columnas y se cruzó de brazos, haciendo que fuera aun mas visible la clara musculatura que poseía. Al percibir mi mirada en sus grandes brazos se sonrió y alzó una ceja con cinismo.

Aparto mi mirada con rapidez al verme al descubierto. Maldito ángel ególatra.

Lecabel carraspeó para llamar la atención del ojiazul.

—Pues, necesito que me ayudes a sacarla de aquí

La grave risa que dejó escapar la criatura frente a nosotros nos hizo verle claramente confundidos. Al ver la seriedad de su joven hermano el celestial dejó de reír.

—¿No bromeas? —preguntó, esta vez con su rostro mudando de la mofa hasta la indignada comprensión.

Mi compañero alzó su ceja con gesto molesto.

—¿Te lo parece?

Quise reír cuando el rostro del rubio enrojeció completamente por la molestia.

—Estás loco—ladró

—En lo absoluto hermano, es con fines meramente prácticos. Lo prometo. Además, la princesa volverá de buena gana con nosotros, ¿No es así, Eyra? ¬—esta vez soy yo quien le mira con sorpresa. ¿Volver de buena gana a un lugar donde podrían matarme cuando les plazca? Los dos parecen ansiosos por mi respuesta, si no prometo nada no me veré en obligación de cumplir así que solo asiento en acuerdo. —¿Ves? Volverá. Ahora vámonos.

Aun con renuencia el mayor de los hermanos asiente hasta los dos. Frota sus manos y camina hasta acercarse a nosotros quedando muy cerca de Lecabel, de mí.  Su exquisito olor a pomelo y a madera me arrancan un suspiro de plena satisfacción. Huele tan bien...

—Bien. ¿A dónde vamos?—pregunta arracándome un respingo.

Esta vez espero la respuesta de Lecabel junto con el rubio. No tengo la menor idea de a dónde piensa llevarme. Aunque no es que realmente importe, sigue siendo una valiosa oportunidad de escapar de ellos.

—El lago Emerald—contesta con una sonrisa cargada de intenciones.

EL ÁNGEL DEL INFIERNODonde viven las historias. Descúbrelo ahora