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Estar sentada en su compañía es sorprendentemente pacíficante.
He rellenado por  incontables veces ya su copa con agua.

Le observo con gracia mientras que él  se atiborra de comida.

—Deberías comer más despacio Caliel, o te sentirás indispuesto.

Me observa de reojo y en su comisura se observa un atisbo de sonrisa.

—No soy una criatura común y pienso aprovechar tu buena disposición. Pero si no es mucho pedir, me gustaría saber tu nombre. Me es extraño que tu conozcas el mío y yo no el tuyo.

Me quedo en blanco unos segundos, los nombres para nosotros los demonios son importantes, nadie que no sea de confianza debería saberlo.

Estoy a punto de decirle que mi nombre es Cassandra pero me detengo, no le diré mi nombre completo y así no estaré en  ningún tipo de contratiempo pero quiero que sepa también mi nombre, así como yo sé el suyo.

—Mi nombre es Eyra...

Espero que me vuelva a sonreír de forma floja, sin embargo su gesto se vuelve mortalmente serio.

Me mira imperito y se endereza en su lugar tensando todos los músculos de su cuerpo.

—¿Sucede algo?— pregunto.

Aprieta sus bellos labios en una dura linea, sus ojos que empezaban a mirarme con más calma otra vez me observan con furia contenida.

—¿Porqué es tan amable hija de Lucifer ?— sisea colérico.

Me pongo de pie y le miro yo también con seriedad. Le he ayudado y aún así a pesar de haberle ayudado me ha juzgado por ser la hija de mi padre.

—¿Tienes problemas con mi procedencia, celestial?

Gruñe con salvajismo mientras las cadenas que lo sostienen tratan de contener su furia.

¿Y a este qué le pasa?

—¿Problemas? Problemas dices. ¡Por tus órdenes Aniel esta muerta!

Empieza a forzar más de las cadenas, soy capaz de ver cómo empieza a agrietarse el concreto.
Tal vez no fue buena idea sanarle y alimentarlo.

—¿Aniel? No sé quién jodidos sea.
Y yo no he dado órdenes para matar a nadie, si tengo que asesinar ten por seguro que será por mi propia mano— grito con fuerza.

—¡Mientes! El demonio la mató por que lo ordenaste—grita colérico.

Al instante que grita como si de ondas de energía con su voz se tratase las cadenas se revientan.
Proceso tan lento el hecho que no logró detener el embiste del enfurecido ángel, me retiene del cuello con descomunal fuerza, asfixiándone.

—Su-eltame- no- no- sé- de -qué hablas—digo en un jadeo.

Lucho por escapar de su agarre, rasguño con fuerza sus manos pero no hace más que afianzar su agarre.
Por la falta de oxígeno no logro hacer que mi poder llegue para detenerlo, veo con abandonada rebeldía como se mete en mi cabeza, haciendo lo que yo hice más de una vez con él.

Hurgar en mis recuerdos.

Lo hace con tanta saña que el dolor es indescriptible, sangre escurre de mi nariz, oídos y boca. Si no se detiene seguro que me matará, y aunque yo no haya matado a quien dijo podrá ver lo que sucedió hace apenas unas horas y apuesto que eso será peor.

Siento como mi pulso empieza a realentizarce de forma antinatural, si no hago algo todo se irá al carajo.
Estoy a punto de perder el conocimiento cuando la pulsera que se une al collar de mi prometido empieza a destellar en mi mano.

EL ÁNGEL DEL INFIERNODonde viven las historias. Descúbrelo ahora