Una vez afianzó su agarre a mis suaves dedos comenzó a guiarnos por el lugar, esquivando con agilidad a distintos seres celestiales que se encontraban pululando alrededor; sus miradas se encontraban perdidas en sus distintas actividades, dándonos la oportunidad al rubio y a mí de pasar completamente desapercibidos.
El interior del lugar distaba completamente de la cabaña que había atacado junto con mi gente, a diferencia de aquel lugar, éste gritaba opulencia en cada baldosa, pared y mínimo detalle. Observé encandilada todo mi alrededor, siendo consciente que una vez más me estaba facilitando información para poder usarla cuando llegara el momento. Para cuando decidiera salir.
—¿A dónde vamos? —pregunté verdaderamente intrigada. Ya llevábamos unos buenos minutos caminando y al parecer aún faltaba un poco más para alcanzar el destino que se había dispuesto Caliel.
La voz tranquila y grave del ángel abarcó el lugar, procurando acercarse lo más posible a mí para evitar miradas indiscretas.
—Ya casi llegamos angelito, no desesperes— dijo con voz suave y tranquila, sorprendiéndome completamente al escuchar el tono y el mote que había empezado a usar para llamarme.
Solo atiné a asentir hasta él, disponiendo a seguirle una vez retomó nuestra marcha, en ningún momento soltó mi mano, haciendo que mi obscuro corazón latiera de forma apresurada, emocionado ante el desinteresado gesto de cubrir mi pequeña mano con la suya cálida. En sus labios colgaba una suave y traviesa sonrisa, no sabia que pasaba por su cabeza, pero a juzgar por su iluminada mirada parecía algo digno de vivirse. Me guió por largos pasillos adoquinados de la gran estancia, todo estaba enzarzado con delicadas y bellas enredaderas salpicadas de rosas de un profundo color planco, llenando el espacio de aún mas pureza y delicadeza de la que parecía respirarse en general, una vez alcanzamos el lugar que el ojiazul quería llegar, quedé con la boca entreabierta.
Era un pequeño quiosco dispuesto a la mitad de un bello y gran jardín, el lugar gritaba romanticismo y calidez a lo largo de cada blanca columna exquisitamente tallada para darle vida a tan majestuoso y delicado lugar.
—Es hermoso—susurré con verdadero asombro. Caliel solo le dio un pequeño apretón a mi mano mientras sonreía con satisfacción al contemplar mi genuina reacción.
Avanzamos juntos por el lugar hasta alcanzar una pequeña mesa dispuesta a la mitad de la agradable estancia, había justo dos sillas, perfectas para nosotros dos.
—¿Que os apetece, Eyra? —Su pregunta me dejó en blanco por unos segundos, mi cabeza daba vueltas intentando analizar a que se estaba refiriendo, seguro vio mi poco afortunado despiste pues soltó mi mano y sonrío risueño y procedió a aclarar su pregunta: —¿Queréis comer algo en especial?
Eché en falta efímeros momentos su mano sosteniendo a la mía, aprete mis labios conteniendo mis absurdos pensamientos antes de negar con suavidad.
—Cualquier cosa esta bien, Caliel.
Vi una chispa cruzar su mirada antes de que diera media vuelta y separara una de las blanca sillas de la pequeña mesa, hizo un caballeroso gesto para que me sentara en el lugar. Una de mis comisuras se levantó sin que pudiera detenerla, estaba gratamente sorprendida por la actitud cordial del celestial. Avancé acortando la distancia que nos separaba y me acomodé en la silla de la manera protocolaría que había seguido estrictamente en la corte infernal, demostrando claramente mi noble procedencia.
—Viendo que no tiene una particular necesidad, princesa. Permitidme sorprenderla con lo que hemos de comer.
Dicho aquello bastó con que chasqueara los dedos para que la mesita se llenara de los más variados alimentos, desde carne, pasta y verduras de las más distintas propiedades. Aunque lo que verdaderamente me hizo salivar fue un pequeño panecillo que lucia pequeño y exquisito, ligeramente apartado de la bastedad de aquel improvisado banquete. No tuve que pensar mucho antes de extender la mano y capturarlo para llevarlo a mi boca dándole un pequeño mordisco; me deleite ante tan dulzón y agradable sabor.
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EL ÁNGEL DEL INFIERNO
FantasyEN PAUSA ⏸ Se encontraba ahí frente a él. Erguida, de pie y con porte digno como demandaba su estricta preparación para este momento. Avanzó hasta él para acabar con su vida pero, simplemente no pudo. Él respiró pesadamente, evidenciando un poco s...