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Siento a mi garganta cerrarse ante su velada amenaza.

Miro con insistencia por todo mi alrededor, no hay nada mas que sombras y la presión del aplastante poder de aquel ser que me pone la piel de gallina.

—¿Quién eres? —pregunto antes de dar un paso más a ese hoyo negro.

Escucho el sonido del chasqueo que hace con la boca. Ronronea maquiavélicamente.

—Le diré quien soy cuando vuelva aquí con lo que piensa sacar de mis dominios.

Aprieto mis labios en una fina línea.

—Estos son los dominios de mi padre y los míos propios así que no te equivoques criatura insolente—regulo mi respiración para que mi voz suena tal y como quiero a pesar del miedo que tengo ante el desbordante poder que embarga al ser. Fuerte. Empoderada. La voz de la futura reina infernal. Escucho su suave risa—Voy a entrar y quiero saber tu nombre y el costo cuando vuelva.

Y así después de eso me lanzo a la obscuridad.

Permito que las sobras me envuelvan deteniendo mi caída. Es como un enorme precipicio.

Inhalo aire con fuerza una vez que siento a mis pies tocar tierra firme, al abrir los ojos puedo apreciar con claridad una parte del reino infernal que nunca me permití visitar. Ni siquiera pensar en ella.

El abismo.

Gritos agónicos alimentan mi naturaleza demoniaca, miro todo a mi alrededor viendo a cientos de miles de almas humanas atrapadas. Los esbirros de mi padre que se mueven con soltura entre los desdichados se envalentonan en golpearlos con saña. Aquí no pueden defenderse. Nadie lo hará.

Me pongo en marcha entre todos los que me rodean, buscando con desesperación un rostro en particular.

Un esbirro al atisbar mi presencia chilla y se inca en una rodilla bajando la cabeza.

—Mi dama del infierno, las llamas del abismo le dan la bienvenida a su princesa. ¿Puede este sirvo ayudarle en algo? —pregunta con solemnidad.

Dejo que una pequeña sonrisa levante mis comisuras.

—Estoy buscando a un alma humana. Pero aquí hay muchas y me temo no poder encontrarla a tiempo— Al exponer el poco conocimiento que tengo de este lugar me siento incomoda. La mirada del esbirro se levanta y me mira torciendo el gesto poniendo en evidencia lo que debe pasarle por la cabeza. Su princesa es una novata en estos lares.

Carraspea incomodo antes de ponerse de pie.

—Sólo tiene que llamarla su alteza. Si sabe a que alma en particular necesita; cierre los ojos y siga los hilillos de sus esencias. Así podrá hallarla con más facilidad. Ellas reconocen el poder de su amo y no pueden negarse a venir.

Asiento en su dirección haciéndole saber con eso que puede marcharse. Se deshace en una perfecta reverencia antes de marcharse para seguir torturando a los que se han negado a dejar este lugar.

Al contrario de lo que creen los humanos las palabras de los religiosos no tienen sentido. ¿Por qué mi padre castigaría eternamente a aquellos que han seguido con su voluntad?. No es así, no los tortura. Aquellos que tienen en sus vivencias una larga lista de acciones que te puedan ensalzar en el infierno tienen un lugar asegurado en nuestros ejércitos. Incluso en nuestra corte. Sine embargo si que existe el abismo, es para aquellos que además de haberse equivocado en vida niegan sus haceres y buscan expiación. Buscan abandonar este lugar para ir con el creador, pero no es posible.

O aceptan pertenecer a nuestra gente, o padecen por la eternidad.

Aparto todos mis pensamientos y me concentro en hacer justo lo que me dijo el demonio menor. Cierro los ojos y visualizo en mi mente a la hermosa mujer.

EL ÁNGEL DEL INFIERNODonde viven las historias. Descúbrelo ahora