Caliel

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Me permití rozar con cuidado la suave piel de su rostro, olvidando por efímeros momentos su naturaleza, abocándome únicamente en disfrutar de la suavidad de su nívea piel, sus ojos, el legado de su poderoso y peligroso estirpe provocó que tragara con fuerza ante la intensidad de su mirada llena de fuego.

Me quedé un segundo encandilado ante la belleza de la criatura que me miraba con tanta incomprensión. Era curiosa el aura que la rodea, tan obscura, tan vigorosa, y a la par, tan pura

Los rayos del sol iluminaban sus blanquecinos cabellos de forma sutil, iluminado su rostro de la forma correcta, me dejé embriagar por su presencia por unos segundos. Solo unos pocos. La túnica blanca abrazaba sus femeninas formas de tal manera que a cualquiera le arrebataría el aliento, la belleza encarnada. La trampa perfecta para caer en los encantos de la noche, su cincelado rostro parecía haber sido hecho para hacer a los hombres delirar y perder. Tal vez incluso a mí, si no procedía con cautela ante tan mortalmente preciosa princesa.

Era tan malditamente bella, y tan letal.

Aparto mis manos de su rostro preparándome para lo que debía hacer. La envolví tan rápido como pude en un halo de energía celestial y la lancé al agua. Sin miramientos.

Me atormentó por unos segundos el terror en su mirada al percatarse de que se encontraba completamente bloqueada para nadar o moverse.

Si no consigue salir de ese halo, morirá.

Escuché el sonido del agua al salpicar ante el repentino golpe de su cuerpo contra el agua, miré con malestar como comenzó a hundirse con una facilidad y rapidez abrumadora. Lo único que hago es cerrar los ojos al percibir su mano estirarse bajo el agua mientras parecía gritar.

Respiro una y otra vez, calmándome.

Lecabel no se equivoca.

Ella podría salir, podría salvarse.

¿Saldrá, no es así?

Aunque de no hacerlo su muerte no le haría mal a nadie

Jalo de mis cabellos con indecisión al ver pasar los minutos de forma tan tortuosamente lenta, percibiendo que el agua a dejado de agitarse, el lugar se ha llenado de una paz nada prometedora. Abrumadora.

Su imagen se evoca en mi cabeza sin planearlo, recordando el suave y decidido toque de sus manos para salvarme; y así como la nitidez de su imagen en mi mente, nace en mi la resolución.

No voy a dejarla morir aquí.

No puedo.

No así.

No aún.

Me arrojo con decisión a la helada agua, sintiendo como mi cuerpo se vuelve rígido ante la salvaje temperatura que abraza mi cuerpo, mi corazón empieza a palpitar de forma trabajosa mientras extiendo los brazos para internarme más y más en las filosas aguas. Estoy a punto de rendirme y salir a tomar aire ante la presión de mis pulmones y mi pecho cuando la veo, inmóvil y con los ojos abiertos. Con su rostro marcado en una mueca aterrada.

Me detengo de golpe sintiendo un dolor recorrer mi cuerpo, llenando mi pecho al imaginar que es tarde.

Que la he matado...

No, no puede ser

En un intento desesperado dejo que mis alas se extiendan a mis espaldas, una reluce por su blancura y la otra me recuerda el por qué hago esto, por qué quiero alcanzar a la heredera del infierno

Dejo que mis alas me impulsen hasta ella cuando una cegadora luz llena de luminosidad me ciega, frenándome en mi desesperada carrera para darle alcance. Aquella luz, aquella onda de energía, proviene de ella

Intento enfocar mis ojos bajo las turbias aguas cuando la luz se detiene. Enormes alas blancas con las puntas obscuras envuelven a su cuerpo antes te extenderse con fuerza a su alrededor. Magnificando su belleza, su gran poder. Sus hermosas alas la impulsan con fuerza hasta la superficie, regalándole un soplo de vida. De luz. De una energía celestial altamente viciada por poder obscuro, pero celestial, al fin y al cabo.

Lecabel tenía razón.

Entre nosotros está uno de los heraldos del infierno, la hija de Lucifer, su mejor guerrera. Su mayor orgullo. Pero también es una hija del cielo; la única hija de nuestra Haziel, señora de la misericordia y gracia divina. Uno curiosa combinación.

Una potente. Poderosa.

Y sumamente peligrosa.

Aquella criatura tan preciosa ostenta en sus venas un poder endemoniadamente arrasador. Capaz de sanar, o de destruirlo todo.

◇Primera vez viendo las cosas desde la perspectiva del rubio celestial

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◇Primera vez viendo las cosas desde la perspectiva del rubio celestial

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Espero que estén disfrutando de la historia.
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Próxima actualización el lunes.

OPTOFOBIA.

EL ÁNGEL DEL INFIERNODonde viven las historias. Descúbrelo ahora