Capítulo 7

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—Sabes que estoy haciendo todo lo que puedo —Una voz ronca y algo alterada me despierta.

Me remuevo en las grandes sábanas blancas y el olor tan reconocible vuelve a llenar mis fosas nasales. Mi cabeza palpita y debo cerrar mis ojos de nuevo a pesar que las cortinas están cerradas, el sol es fuerte. Debe ser casi medio día.

—Hago justo lo que me pide, no tiene porqué amenazarme cada vez que llama. Sólo obedezco.

Trato de ponerme de pie como puedo, pero antes tomo fuerzas recargando mis manos en las rodillas cuando las plantas de mis pies tocan el suelo frío. Mis muslos están al descubierto y no recuerdo cómo fue que terminé solo vestida con uno de los busos de Owen. En realidad, tengo mínimos recuerdos de la noche anterior después del dichoso juego donde disfruté ver al cerebrito hacer el ridículo. Como si mi sistema lo necesitara, conecto con la pequeña mesita al lado de la cama que contiene lo que parece ser jugo de naranja, un vaso de agua y unas pastillas.

Sería todo menos complicado para mí si fuera un imbécil.

Las tomo sin pensarlo dos veces, ahora sólo puedo concentrarme en desaparecer el dolor de cabeza.

—Está bien, señor. —Esta vez la voz se siente más cerca y se me hace extraño escuchar a Owen tan enojado—. Al demonio —susurra antes de abrir la puerta.

Se paraliza al verme despierta, hago lo más parecido a una sonrisa que el responde y sus músculos parecen relajarse.

Tiene una sudadera que cubre la parte inferior de su cuerpo, pero el superior está completamente al descubierto, estando todo en su lugar, muy notable y marcado. Siento mi sed incrementar.

—Gracias por esto —Alzo el vaso con naranja que es el único que queda lleno—. ¿Problemas con tu padre? —pregunto sin poder contenerme mientras bebo un poco más.

—No, con mi entrenador —responde rápidamente antes que pueda retractar mi cuestionamiento. Se gira y busca algo en el armario, se cubre con una camisa negra algo desgastada, lo que me hace realizar una queja mental—. No tengo papá, jamás lo conocí —añade y vuelve a encararme.

La declaración me deja helada, pero es más su expresión serena y sonriente que siempre tiene la que me deja más contrariada. Aunque ahora la relación con mi padre es una mierda definitivamente no me imagino mi vida sin él, que me faltase. Tal vez no lo extrañaría si jamás lo conocí, pero simplemente no puedo considerar borrar el rostro de alguno de mis padres en todos los recuerdos de mi pasado, como si jamás hubieran estado.

No quiero preguntar más, no quiero sentir admiración disfrazada de lastima por este chico. No aún más.

»Quita esa cara, Jul —ríe y ladea su cabeza—. Si él nunca me quiso no tengo yo porqué hacerlo o lamentarme por ello.

—Tío Carl dice que todos los niños que les faltó alguno de sus padres crecen con vacíos, a pesar que pueden tener una vida normal y ser excelentes personas.

—Pues yo debo de tener muchísimos porque prácticamente también crecí sin madre —Intenta bromear, pero su rostro se transforma y su mirada se vuelve nostálgica—. Miento, tuve una excelente que llamaba abuela.

—¿Tuviste? —Sus declaraciones simplemente no me permiten quedarme callada.

—Murió hace cuatro años —Se acerca para recoger los vasos sobre el nochero—. Sólo somos mi hermano y yo.

El tono de su voz se ha vuelto tosco, tajante. Es una señal evidente que ese tema es delicado para él y no desea hablar de ello.

Me reprendo por haberme dejado llevar por la curiosidad. Quiero decirle que lamento la muerte de su abuela y que donde esté debe de estar orgullosa por ver en el hombre que se ha convertido, el excelente trabajo que ha hecho. Muerdo mi lengua y me trago el malestar.

Nunca más un cuento de hadas [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora