Capítulo 11

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Todo fue en vano.

Maldito bloqueo de seguridad.

Maldito lector de huella.

Ahora tengo a papá pegado en mi puerta golpeando como loco y asegurando que voy a salir de esta casa cuando sea una anciana si no abro en diez segundos. Tanto me continúa tratando como a una niña que incluso comienza a contar y por más que quiero resistirme, abro cuando llega a nueve.

No vale la pena empeorarlo si igual no obtendré nada de ese celular, aún así, lo encaro por respuestas. Esto ya no es un simple secreto. 

¿Soy yo a quien se refiere cuando dice "ella"? ¿De verdad estoy corriendo peligro?

Owen se encuentra detrás de él y me observa con evidente incomodidad, me susurra si necesito ayuda y niego. Ignoro los demás integrantes de mi familia que también han salido de sus habitaciones al escuchar el escándalo de Jacobo.

—Vete, Owen —digo con más severidad de lo que hubiera deseado, pero en este momento no puedo controlar el peso de la situación y no quiero que me vea quebrarme.

El asiente regalándome un último vistazo que no logro descifrar con exactitud. Percibo un atisbo de lastima o tal vez pena ajena, en esos iris que siempre parecen querer atraparme, logrando que la vergüenza se apodere de mi sistema; la ira me embargue y mis ojos se llenen de lágrimas.

»¡Que te vayas! —exijo alzando mi voz y el frunce su ceño pareciendo herido.

Se gira susurrando un "buenas noches" al que sólo responde mamá y mis hermanos con otro susurro. Papá no deja de mirarme con una mezcla de dureza y terror.

El arrepentimiento me invade, lo reprimo, la rabia y la vergüenza son más grandes. No quiero que Owen sienta lastima por mí. No quiero que sienta nada y menos algo tan bajo.

El jamás entendería, nadie lo hace.

—Entrégame el celular, Julieth —ordena papá logrando que deje de ver el lugar por donde acaba de irse Owen.

—¿Qué ocultas? —mascullo dando un paso en su dirección y entregándole el aparato con el mensaje a la vista—. ¿A qué se refiere ese mensaje? Dilo ahora o juro que hallaré la manera de escarbar en todo Vancouver para encontrar alguna información.

Cuando lo lee sus ojos se agrandan y las manos comienzan a temblarle, aprisiona el teléfono con fuerza.

»¿A quién quiere llegar?, ¿se refiere a mí? ¿Quién lo envió? ¡Dímelo! —exijo a punto de un colapso.

Mamá se acerca dubitativa mientras se abraza a sí misma y lee las palabras en la pantalla.

Papá parece haber quedado sin lengua, aunque su respiración alterada, las venas marcadas de su cuello y toda la tensión que emana, hace evidente lo mal que lo ha puesto ese mensaje o el hecho de que yo lo hubiera leído. Me asusta verlo así, tan fuera de sí e intentando contenerse, tan aterrado y lleno de algo indescifrable a punto de explotar.

Nunca lo había visto así y el impacto me ahoga. 

No me di cuenta en que momento mi rostro se empapó con lágrimas que ahora no puedo detener. Sin embargo, me siento tan conmocionada y desesperada al ver que el causante de todo está tras es ese mensaje, que decido presionar un poco más:

—Alguien diga algo, maldita sea —pido y sollozo—. Esto parece una mala broma. —Pongo mis manos sobre la cabeza con una desesperación indiscutible.

—Es hora que sepa la verdad, papá —dice Daniel dando un paso al frente mientras Ryan me observa como si me pidiera perdón con sus ojitos verdes empañados.

Nunca más un cuento de hadas [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora