4 años después...
—Amé como quedó este sitio, se convirtió en mi lugar favorito de la ciudad.
Las palabras de una chica a mi espalda me hacen girar y sonreír. Está hablando con otra chica mientras salen del pasillo de novelas románticas con un libro que reconozco de inmediato.
—Imagino que tu libro también se ha convertido en su favorito —Regreso la atención a Lorna—. La multifacética Julieth Reynolds que no le alcanza la vida para ejercer todo a lo que se dedica: Arquitecta, músico y ahora escritora. ¿Cómo es que tienes tiempo para venir a visitarme?
—No te creas tan importante, Lor. Sólo vengo a supervisar que mi obra arquitectónica continúe como la inauguré hace un par de meses.
—Nuestra —susurran tras de mí y sus fuertes brazos me envuelven—. Sé más modesta, bonita.
El corazón me late como si continuara en esa etapa de idiota mientras nos estábamos conociendo y las sensaciones en el estómago abundaban por cualquier gesto. Llevaba dos semanas sin verlo. Desde que ganó Wimbledon el año pasado, su agenda es bastante atareada.
No sabía que regresaría hoy y menos que lo encontraría aquí, no lo esperaba hasta mañana temprano.
Deja un beso en mi mejilla derecha, luego libera el agarre para rodear el escritorio y saludar a Lorna.
—Estás más joven que el mes anterior.
—Sí, sí, sí —Mueve su mano restándole importancia—. No tienes que lamerme las arrugas, encanto —El ríe y susurra algo en su oído, ella asiente en respuesta. Los observo con los ojos entrecerrados... Algo se traen—. Todo perfecto, bomboncito.
Vuelve a dar un beso sobre su cien y se irgue para observarme. Exhala con fuerza.
Le sonrío con suspicacia mientras él borra la suya y se torna serio, de una manera sutil.
—Buena tarde.
Mi ceño se frunce por inercia y mi estupefacción es tan grande que no alcanzo a responderle y mucho menos a reaccionar, cuando ya está desapareciendo por el pasillo.
—Pero... ¿Y a este qué le picó? —pregunto a Lorna que se hace la desentendida.
Niega y no me mira, se concentra en organizar unas hojas sobre su escritorio, luego presiona el botón de los parlantes y da el segundo aviso para que las personas terminen de salir.
—No sé nada, ya me voy.
—Okay... Iré por ese loco que acaba de irse a no sé dónde... —Me giro en dirección al pasillo principal, observando por cada pasadizo para intentar encontrarlo—. Me va a oír... ¿qué se cree con esa actitud bipolar? —susurro por lo bajo, para no parecer una loca hablando sola.
Llego hasta el fondo del último pasillo y algo me dice que debo girar justo a la izquierda para encontrarlo... No me equivoco.
Por la forma en la que está sentado y el libro que lee, me siento en un déjà vu.
Sus largas piernas estiradas y cruzadas, envueltas en ese jean que tanto me encanta, permite ver con mayor claridad lo tonificadas que son. Sus brazos posados encima de la pequeña mesa, esos músculos marcados de los brazos, un suéter blanco de cuello redondo que se adhiere a cada centímetro de anatomía.
Lo recorro completo hasta llegar a su rostro... Muerdo mi labio inferior y río al ver lo que se posa sobre su nariz perfilada: ¿Gafas cuadradas de marco negro? ¿De dónde las ha sacado? Hace más de cuatro años que dejó de usarlas, cuando comenzó los campeonatos de Tenis las cambió por lentillas trasparentes. A veces los turnaba, hasta que decidió dejar de utilizarlas definitivamente.
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Nunca más un cuento de hadas [Completa]
Romance[+18] Érase una vez una vida perfecta... Con una familia unida, una casa enorme, buena posición económica; mucha inteligencia, buenos talentos, personalidad, belleza; los amigos más incondicionales y el mejor novio... ¿Qué más podría pedirle a la vi...