Capítulo 23

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—Bueno... no estuvo nada mal. Aunque, algo desagradable —digo observando el enorme televisor donde se despliega la lista de créditos.

—¡¿No estuvo nada mal?! Si eres una miedosa que daba brinquitos cada cinco minutos —asegura apretando mi cintura y haciéndome reír.

No lo negaré, pero... eso me hace más valiente —Me encojo de hombros—. Que verdaderamente me asusten todas las películas de terror y aun así las vea, eso me hace una chica fuerte.

Alzo mi brazo como si tuviera un bíceps prominente y extiendo mi sonrisa más inocente, él se inclina para dar un beso allí. Me giro para observarlo a través de mis pestañas.

Tengo una postura bastante cómoda entre sus piernas mientras una cobija nos cubre y el sostiene mi peso contra su tórax.

El mullido sofá-cama de la sala es bastante arrullador y si no hacemos algo voy a quedarme dormida con mi espalda sobre su pecho.

Me siento cansada, hemos tenido un día bastante movido... y no sólo por parecer insaciables adictos al sexo.

Fui la primera en levantarme en la mañana para prepararnos el desayuno. Estuvimos haciendo pereza durante un par de horas y en medio de besos y caricias hablamos sobre temas profundos, otros más banales y algunos tantos de preguntas impersonales que consistía en crear situaciones hipotéticas para saber cómo actuaría el otro en casos extremos. Al final, comprobé algo de lo cual no me quedaban dudas: podré cada día maravillarme más con su forma de ser y pensar.

Luego lo convencí de ir a un lugar cerca de aquí donde se paga para escalar y manejan un buen protocolo de seguridad. Aprovechamos para almorzar fuera y subir al teleférico, con el fin de divisar gran parte de la ciudad y algunas copas de las montañas que ya comienzan a teñirse de blanco.

Tuvimos el placer de compartir con una parejita bastante peculiar y divertida en el tiempo que duró el trayecto en el teleférico, reímos en todo el camino por su manera tan abierta de expresarse y hacernos preguntas sobre nuestra relación, incluso nos insinuaron alguna vez juntarnos para tener experiencias bastante liberales como una orgía de cuatro. Ambos dejamos en claro que ese tipo de prácticas no iba con nosotros, sin embargo y por alguna extraña razón, terminamos bastante excitados por escucharlos hablar sobre anécdotas de ese tipo, aun así, no lograron hacernos cambiar de opinión. Sí finalizamos deseando calmar el morbo del momento, pero sólo entre él y yo, con nadie más.

Al llegar, nos adentramos en lo más profundo del bosque guiados por el GPS en el celular, para luego ocultarnos tras un enorme árbol que hicimos testigo de la necesidad descomunal que sentimos por el otro, la misma que se niega a menguar.

No sé si es el morbo, la adrenalina, el deseo de experimentar o las múltiples sensaciones al contacto directo con la naturaleza como los sonidos, aromas, sensaciones y conexión con el ambiente, pero llegamos a la conclusión que nos gusta bastante hacerlo al aire libre.

Lo hicimos desprendiéndonos únicamente de nuestras prendas inferiores y nos consumimos tan duro y rápido como el frío penetrante nos permitía. A esa altura los grados centígrados están comenzando bajo cero, pese a eso, logramos que nuestros cuerpos entraran en calor de una manera veloz y efectiva.

Para cuando estuvimos de regreso, nos dimos un buen baño de agua caliente, juntos y en la bañera. Sobra de decir que fue alucinante la forma en la que llenó de besos mi espalda mientras me penetraba con parsimonia.

Hemos decidido darles un merecido descanso a nuestros cuerpos y tener una noche de películas sin toqueteos. Terror fue la elegida para comenzar, y si no es porque tengo una buena compañía para irme a la cama, estoy segura que las pesadillas llegarían.

Nunca más un cuento de hadas [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora