Capítulo 8

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No sé en qué momento me he quedado dormida, pero es la presencia de oscuridad y la mirada de alguien fija en mi espalda que me despierta con todas mis alertas disparadas. Alguien está observándome detenidamente, alguien que se mantiene a una distancia prudente y parece al asecho.

Comienzo a ser consciente del palpitar desbocado de mi corazón y una contradicción de sentimientos me embarga. Trato de no moverme, de controlar mis nervios e impulsos, no quiero hacer obvio que ya estoy despierta para ponerlo en alerta, necesito pensar, encontrar la forma de encerrarme en el baño o alcanzar algo con qué defenderme, pero la maldita oscuridad no me permite ver nada.

Oscuridad y paranoia jamás será una buena combinación para mí.

—Sé que estás despierta, Julieth.

Respiro profundo y mis músculos se relajan al escuchar esa voz e inhalar su perfume cuando da varios pasos parar acercarse, cada uno de mis poros lo reconocen al instante. A pesar que el alivio es enorme, también quisiera matarlo con mis propias manos.

Es él, está aquí, está bien. 

No recuerdo la última vez que mi sonrisa fue tan grande y sincera.

Giro lentamente para observarlo sobre mi hombro, encontrándome con su sonrisa apacible, como si nada hubiera sucedido, como si no hubiera desaparecido casi dos semanas... Además, ¿cómo mierda ingresó?

 Estoy deseando saltarle encima para exigirle respuestas y luego besarlo. 

Me reincorporo rápidamente con toda la intención de mostrar mi enfado, pero antes que pueda abrir mi boca noto un leve rojez en su ojo izquierdo al igual que en el pómulo. Una cantidad de suposiciones me embargan, sin embargo, decido comenzar por la pregunta menos invasora.

Necesito ocultar las ansias que tengo por saber de él y no hacer evidente la felicidad y el alivio al ver que está bien, ha vuelto.

—¿Cómo entraste?  

—Me encontré con Cloe cruzando el campus, ella me dio la llave. Dijo que parecías bastante cansada y conociéndote bien estarías dormida. Traté de devolvérsela, pero no la recibió, me aseguró que te alegrarías de verme —Sonríe y yo contengo la respiración. Esa perra traidora—. No ingresé inmediatamente para dejarte descansar, no hace mucho entré.

—¿No te parecía una mejor idea tocar?

—No quería levantarte, quería cerciorarme de si seguías dormida entonces me iría; pero te movías mucho, estabas inquieta. Llevaba sólo unos segundos aquí notando que ibas a despertarte pronto porque algo te estaba perturbando el sueño.

«Lo sé, sentirme en penumbras siempre logra despertarme».

—Está bien. Aun así, devuélveme la llave.

—Ya está sobre el escritorio. —Señala con la barbilla, pero no deja de mirarme.

Lo observo en silencio durante unos segundos y sin poder contenerme más, decido realizar la pregunta mientras enciendo la lámpara con rapidez. No puedo pensar con claridad si continuo a oscuras

—¿Puedo saber por qué desapareciste así?

—Vi tus llamadas y mensajes cuando pude recuperar el móvil —dice y vuelve a sonreír con suficiencia. Maldito cínico.

No me pasa desapercibido que acaba de evadir la pregunta.

—Estaba... —busco otra palabra para quitarle peso a mi sentir—, extrañada por tu desvanecimiento del mapa.

—Perdón por irme así. Ocurrió algo en Toronto con mi hermano y tuve que viajar de urgencia. Se me quedó el celular en el apartamento mientras cargaba, sólo pude comunicarme con la secretaria del Decano desde allá para que estuviera informado.

Nunca más un cuento de hadas [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora