Capítulo 34

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—Mi cielo —Solloza, yo siento humedad en mis mejillas. No emito ningún sonido, ni siquiera logro parpadear o mover un dedo—. Sé cuánto lo querías, sé qué...

—¿De qué estás hablando, mamá?

Consigo despegarme de su abrazo, colérica por sus palabras. ¿Por qué me consuela? ¿Por qué? ¿Por qué?

—Hija... escúchame.

—Eso hago —Limpio mis lágrimas con furia, soy pésima conteniendo el dolor. Siempre lo he sido—. ¿A quién... a quién quería?

—Brad... —Carraspea. Mi mente continúa cerrada esperando que se aclare—. Él... ingresó hace 30 minutos con un paro respiratorio provocado por una sobredosis y...

—No, mientes —Doy pasos alejándome de sus palabras, no quiero escucharlas—. Mientes porque él iba a dejarlo, él estaba bien, estaba decidido, él...

—Pequeña...

Lilian vuelve a sollozar mientras me observa de pies a cabeza, es testigo de mi cuerpo estremeciéndose como una hoja contra un fuerte vendaval. No permito que me toque cuando corta la distancia, si recibo ese abrazo lo estaré aceptando, y sé que no es así... no mi diva, no mi Brad, no mi mejor amigo.

—Está bien, yo lo sé. ¿Dónde está? Debe estar en su casa o tal vez donde Cloe. Ellos hablarían hoy porque... será padre —susurro e intento centrarme cuando las lágrimas me impiden ver un punto fijo.

Unos brazos fornidos me abrazan desde atrás deteniendo mi retroceso, lo reconozco de inmediato. Derrumba mi muro al ser él quien soporta el peso de todo el dolor que se está albergando en mi cuerpo, rompo en un llanto desgarrador que ya no puedo controlar.

No sé cómo terminamos en el suelo, en medio del pasillo, acurrucada en su pecho y sin fuerzas o ganas de levantarme.

Cada momento, cada instante, cada segundo vivido a su lado se aglomera en mis pensamientos, los recuerdos llegan en una cascada de corrientes iracundas que no me permiten sosiego. Siento que me ahogo con la marea de lágrimas que quieren salir al mismo tiempo y el enorme nudo que se instala entre pecho y garganta, va en incremento.

Pude haber hecho más, pude haber intervenido desde un comienzo y obligarlo a que lo dejara, pude haber pasado más tiempo a su lado para evitar que recayera, tuve que... ¡Oh Dios mío! Devuélvemelo unos minutos por favor, regrésame en el tiempo para impedir que se hunda tanto en ello como para no poder controlarlo.

Esto no puede estar pasando, no, no, no.

Siento las caricias de mamá en mi espalda, no escucho las palabras que comparte con Owen, pero si percibo el momento en el que me toma en brazos para colocarse de pie soportando mi peso y abrazándome con fuerza a su anatomía. Vuelve a sentarse en algún lugar del hospital mientras me sostiene como si fuera una niña que necesita mecer para hacerla dormitar.

Quiero estar con mi mejor amigo, mi hermano por elección; quiero verlo, quiero pedirle perdón y quiero escucharlo decir que me perdona por no ser más entrometida e insistente, por dejarlo actuar y decidir hacerse daño, por dejar que ese horrible demonio lo arrastrara con él.

—Mamá —susurro y mi garganta arde.

—Dime, cariño —responde con desesperación e inmediatez—. Dime qué necesitas.

—¿Dónde está? ¿Dónde lo tienen?

—La funeraria debe estar por llegar, cielo. No van a dejarte ingresar.

—Llévame. Por favor, llévame.

Suelta un suspiro afligido.

—Está bien, cariño. Vamos. Hablaré con Montgomery.

Nunca más un cuento de hadas [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora