Capítulo 36

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Owen


—Cálmate, cabronazo. Vas abrir un hueco en el suelo y ya me tienes mareado.

Ignoro los reproches de Landon y continúo pensando dónde podría estar.

—Ella corre peligro en este momento y lo sabes.

—Si les dijo a sus padres que estaría bien y en un lugar seguro, es porque es así. Ella no es tonta.

—Ahora nada es seguro con ese imbécil en Vancouver, teniéndolo lejos todos podíamos estar más tranquilos. No ahora que sabemos está aquí.

—Pero caminando de un lado a otro en esta sala, no la encontrarás.

—Pues te aguantas.

Reanudo mi caminar de un lado al otro como felino enjaulado y desesperado.

¿Dónde estás, bonita?

Escucho a Landon gruñir y encerrarse en la habitación de huéspedes. Es demasiado mal humorado para su propio bien.

Vuelvo a llamar al señor Reynolds para ver si hay noticias de ella. Ni siquiera saluda a penas contesta, ya sabe para qué lo llamo.

—Nada, Owen. No sabemos nada. En su alcoba hace falta el violín, algunos implementos de aseo, unas prendas de vestir y dos de sus abrigos más calurosos.

Abrigos más calurosos... más frío. Un bombillito se enciende en mi cabeza, pero no le digo nada al señor Reynolds. Debo ir a comprobar por mis propios medios para no darles falsas esperanzas o delatarnos sin necesidad. Él no sabe que yo conozco de ese lugar y nada pierdo con ir... De paso tengo tiempo para hablar con ella, a solas.

Tomo el auto que alquilé para Landon y salgo dando un aviso que regresaré en unas cuatro horas, tal vez. Si está allí, espero que sean más.

—Llámame si necesitas algo. —Es su respuesta, sonrío.

A pesar de su pésimo estado de ánimo, sé que siempre puedo contar con él.

Vuelvo a marcar su número esperando que me conteste, pero sólo da tono hasta irse al buzón. Así lleva durante más de un par de horas.

Parece que disfrutara hacerme perder los nervios. ¡Dios! ¿Por qué tuve que enamorarme de una mujer tan difícil... y tan hermosa?

Soy un tonto con ella, un completo tonto.

Necesito que me escuche, necesito que no me aleje. Pero, por sobre todas las cosas, necesito saberla bien.

Tengo un mal presentimiento desde que llamaron al centro de inspección el día de ayer para asegurar que habían visto a un hombre con las mismas características de Callaghan Jones.

Mi celular vuelve a sonar y lo tomo con la esperanza de que sea ella. No mengua cuando aparece el nombre de su padre.

Odio utilizar el teléfono mientras conduzco, pero esta es una situación de vida o muerte.

—¿Saben algo?

—No. Sólo ha dejado su celular en casa de Louis esta mañana, el acaba de traerlo. No te desgastes más llamándola.

Mis manos se cierran involuntariamente contra los objetos que tengo agarrados y siento mi mandíbula tensionarse más allá del límite. ¿Qué hacía en casa de su ex a esas horas?

—Y... ¿sabe algo? ¿Le dio alguna pista de a dónde iría?

—No. Sólo dijo que se encontraron justo cuando el salía hacer ejercicio en bicicleta, hablaron para saldar un tema pendiente sobre su relación mientras tomaron un café, nada más. Que debió salírsele el celular del abrigo y se ocultó en la abertura del sofá; lo vio luego de regresar a casa y utilizar el sillón donde Jul estuvo.

Nunca más un cuento de hadas [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora