Capítulo 22

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Doy un paso atrás sintiéndome herida.

El charco salino en mis ojos no me permite ver con claridad, debo parpadear intentando que no se desborden. Agacho mi rostro deshaciéndome de ellas rápidamente.

Creo que será mejor ir por mis cosas en este mismo instante. Sin embargo, antes que pueda dar un paso más, sus grandes manos toman mi cintura y me aprisiona con su cuerpo contra la encimera, luego toma mi mentón con firmeza para que deba mirarlo a los ojos.

—¿Estás delirando, Julieth? Por supuesto que no quiero irme, no quiero nada más en este momento que permanecer en este lugar mágico... contigo. Pero no así, necesito que me digas que pasa ahora mismo o entonces... si vamos a irnos —Susurra con agotamiento—. Tú decides.

—Dijiste que no te meterías en mis cosas si yo no quería contártelas —respondo recomponiéndome y asimilando sus palabras.

—Estar tonto por ti no significa que sea un estúpido —señala con falsa diversión—. Es obvio que es conmigo y si me concierne no voy a ceder. Vas a decirlo o con el mayor de los disgustos, regresaremos.

Me da ira que me acorralen de esta manera para manipularme y obligarme hablar, es obvio que yo no quiero irme. Deseo ser la masoquista que anhela aferrarse a él un par de días más y disfrutar al máximo de su compañía.

Armándome de valor e impulsada por el rastro de coraje que comienza a crecer en mi interior, confieso:

—Te escuché hablando con Gabriella.

Retrocede soltándome y varias emociones cruzan su rostro.

—¿A ti no te han dicho que es de pésima educación escuchar conversaciones ajenas? Es la segunda vez Julieth —masculla entre exasperado y temeroso.

Sus palabras me avergüenzan, pero me la trago.

—¿No crees que era importante decirme que tu mejor amiga está enamorada de ti y qué tuvieron algo? —Termino alterada el final de la frase.

—Eso hace parte de mi vida, mi pasado. ¿En qué habíamos quedado?

—No es un pasado porque ella está rondándote y llorándote. Imagino que debe verme como una amenaza ¿no? Odio estar en medio de estas situaciones.

—¡Bien! —Alza la voz—. ¿Qué quieres saber? Pregunta de una maldita vez.

—¡No me hables así!

—Tú también estás gritando —dice bajando el tono—. Perdón, sólo que... por estas cosas no me agradan las relaciones amorosas de ninguna manera.

Su declaración me desestabiliza.

—Tienes razón, no tienes que decirme nada porque no somos nada y discúlpame por alzar la voz —susurro y me alejo sintiendo la necesidad de hacerlo para respirar, aclararme y sentarme antes que mis rodillas flaqueen... o voy a romperme de nuevo.

Llego hasta el enorme sillón de la sala y me siento de lado agarrando ambas piernas para presionarlas contra mi pecho.

Muerdo mi lengua para aguantar las lágrimas lo que más pueda y no terminar sollozando, odio que me vean llorar. Intento enfocarme únicamente en controlar mi respiración y no pensar en nada más.

—Perdió la virginidad conmigo —dice y mi corazón da un vuelco. Levanto mi rostro para observarlo y el sigue en el mismo lugar con la mirada fija en el suelo—. Fue cuando tenía 18 y ella casi 16. En ese momento le gustaba otro chico, pero tenía demasiado miedo de ser un desastre, era tan insistente que fuera yo y supuse que no sería malo porque me encargaría de ser cuidadoso, me preocuparía únicamente en hacerla sentir bien y listo. Para ese entonces yo había estado con una mujer mayor amiga de mi hermano y estaba idiotizado por ella, pero esa mujer sólo me veía como el chico lindo y tierno al cual utilizar para saciar su apetito sexual —Se detiene y niega presionando las manos en la encimera hasta que sus nudillos se vuelven blancos—. Bueno, esa es otra historia.

Nunca más un cuento de hadas [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora