Capítulo 31

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La mirada de ese señor me ha descontado y descolocado más de lo que deseaba.

He dejado de gritar o celebrar con la misma intensidad, incluso hay instantes que me pierdo completamente y mi mente no capta con rapidez hacia dónde va la pelota o quien ha sumado puntos.

No sé en qué momento Owen comenzó a perder por un set de diferencia. Me siento tentada a morderme las uñas, sin embargo, el cerebrito parece muy tranquilo. Tan serio y concentrado como en todos los partidos.

Trato de enfocarme en él y desaparecer el bullicio, los colores y las luces alrededor. Una capa casi imperceptible de sudor lo cubre por completo. Oriento mi vista a la raqueta que le he regalo, la misma que utiliza en todos los partidos. La gira con destreza en su muñeca izquierda respondiendo con un revés perfecto. Es tan sexy. Logra el punto llevándose el set, empatando a dos juegos ganados. Salto histérica sin importar que haga el ridículo y el desprende un atisbo de sonrisa ladeada que moja un poco más mis bragas.

No me observa, pero sé que, de alguna forma, me ha escuchado.

Los puntos se hacen largos en algunas ocasiones, en otras realizan maniobras con técnica exquisita que coloca al otro en aprietos.

Dos horas después están en el séptimo set a 40 iguales, mi garganta pica de tanto gritar al igual que mis manos por aplaudir. Sin embargo, mi pecho está angustiado porque la ventaja en este set la lleva el contrincante y si lo logra, se jugarían dos más y sería acumular más nervios en mi sistema.

Saca con fuerza llevándolo a una esquina, mi respiración se suspende durante unos segundos que la tecnología hace de las suyas y declara fuera. Suelto un jadeo de alivio para ver la pelota volar una vez más, Owen gana la ventaja con su respuesta rápida que la manda cerca a la malla, imposible de alcanzar por la posición del contrincante.

Ahora sí, punto decisivo para la victoria...

No me siento en la capacidad de moverme, estoy paralizada por completo. Sólo mis dientes chirrean, y los ojos van de un lado al otro, mis músculos tensionados y apretados. Esto es una jodida adrenalina, demasiado para mis nervios.

Landon tomo una de mis manos, no me atrevo a observarlo para quitarle peso a su gesto, está igual de tensionado que yo. Nos apretamos mutuamente durante los más largos 10 segundos de la vida en el que la pelota va y vuelve, al igual que Owen dentro de su espacio.

Ambos nos paramos del asiento como si tuviéramos un resorte incrustado y programado con la misma potencia. Escucharlo gritar, celebrar e incluso abrazarme, es lo más extraño que me ha sucedido hoy; sin embargo, ahora no importa, ambos estamos compartiendo la misma felicidad y aquí no hay diferencias o discusiones que valgan.

Me giro en el momento que presencio a Owen hacer su ritual sagrado. Tiembla y llora de alegría mientras murmura mirando al cielo. Luego, desciende la mirada encontrándose con la mía a pesar de la distancia, su sonrisa se ensancha. Dejo de escuchar las palabras del narrador y me centro en él, en esos labios que tanto deseo besar justo ahora.

Observo la enorme pantalla en el instante que una de las cámaras hace un enfoque de su rostro, dejándome entender a la perfección las palabras que gesticulan sus labios: «Esta vez es para ti»

***

El golpeteo en la puerta me obliga a deshacerme de toda esa anatomía caliente que me envuelve. Owen se queja y remueve, pero no se despierta. Debe estar exhausto después de tanto agotamiento físico ayer, fingir sonrisas mientras se tomaba fotos con El Sr. William y El Sr. Price, controlar su timidez dando unas cortas palabras para televisión nacional, luego la celebración grupal con mi familia y su entrenador, y, por último, nuestra propia celebración. Fui la encargada de hacer todo el trabajo esta vez, y no es que me esté quejando. El pobre estaba exhausto y yo disfruté bastante tenerlo a mi merced.

Nunca más un cuento de hadas [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora