Capítulo 10

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Voy a volverme loca.

Papá no se calla, no para de sermonearme y subir la voz mencionando las miles de situaciones que pudieron haber ocurrido la noche anterior si continuaba cerca de ese tipo.

A veces creería que lo conoce, otras que sólo está hablando en general de cualquier persona enredada en asuntos ilícitos.

—¿Le has comprado droga a ese mequetrefe?

—¿Qué? ¡No! —Me sobresalto—. Por supuesto que no. ¿Por qué simplemente no puedes confiar en mí? —Mis ojos se nublan y hago puños con mis manos bajo el comedor—. Confía en quien tú criaste.

—¿Y tú has confiado en mí cuando lo único que deseo es protegerte?

Su pregunta me desestabiliza.

—Lo haría si me dijeras la razón, la verdad. Sólo mientes y me ocultas cosas. —Se queda observándome durante unos segundos con sus brazos en jarras, su posición de ataque pierde fuerza—. Dímelo, papá —insisto, aunque sé que será en vano.

—En cualquiera de los casos, que te codees con personas así no está bien y eso no se discute.

Sabía que no lo haría, aun así, me hundo más en la decepción y la impotencia.

—Te lo repito, estábamos bailando. No hacía nada malo y más en un lugar donde había miles de personas alrededor haciendo lo mismo. No pensaba volverlo mi amigo, ni siquiera sé su nombre.

—Ingenua, chiquilla ingenua —Alza sus brazos en señal de exasperación—. En esos lugares, aunque estés rodeado de personas son desconocidos que te darán la espalda y no moverán un dedo cuando te droguen o secuestren para violarte y hacerte quien sabe cuántas cosas más.

En eso tiene razón y lo sé. En fiestas como esas donde se mezcla la droga, el alcohol, la malicia y la indiferencia, poco se ve la empatía con el otro. Pero tengo derecho a elegir y vivir eso, lo disfruto a mi manera, no me drogo, no le recibo bebidas a desconocidos e identifico a quien puedo confiarle una parte de mi cuidado, aunque yo puedo hacerlo sola. Quiero hacerlo sola.

Tengo casi 21 años y sé que a mi edad ellos eran dueños de sus propios actos.

Tengo el derecho hacer lo mismo, a equivocarme por mi cuenta y después mirar cómo resolver las consecuencias. Ahora estoy algo perdida y eso está claro, al igual que él tiene parte de culpa en ello y aun así lo sigue haciendo. Ahora más que nunca.

—Ahí estaba Owen pendiente de mí, tampoco estaba tan desamparada como crees —refuto con la clara intención que confíe en alguien que esté de mi lado y pueda sacarme de todo este maníaco control.

Me volveré completamente loca si no salgo pronto de esta cárcel.

—Ah, eso es otra cosa señorita. ¿Estás o no estás con él? No quiero que te comportes como una cualquiera. Ya hemos hablado todos los peligros que eso conlleva y la degradación de tu moral, irrespetas tu cuerpo...

—Jacobo —interrumpe mamá por primera vez en toda la mañana—. No permitiré que opines sobre eso, quien está comenzando a faltarle al respeto eres tú.

—Estoy con él —declaro, no queriendo presenciar una discusión entre ellos.

Se me encoge el corazón y mis nervios se disparan cuando eso pasa, presenciar sus rostros de tristeza o ver llorar alguno es mi punto más débil.

Ya entendí que no vale la pena, simplemente le daré la razón y seguiré haciendo mi vida si obtengo una libertad disfrazada. No encuentro otra salida.

—Entonces tráelo y preséntalo. Tengo el derecho a conocerlo y el deber de protegerte contra idiotas que...

—Hasta hace dos días dijiste que parecía buen chico —lo delata mamá con una pequeña sonrisa a pesar de lo tensa que se mantiene.

Nunca más un cuento de hadas [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora