4-Soldier Orders.

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Una vez más la noche había caído y en cierto bar, ubicado al centro de la ciudad, Chris se encontraba cenando un corte de carne, en silencio.

A su alrededor la gente estaba ocupada mirando con emoción un partido de baloncesto, alguna final probablemente, hace mucho que había dejado de estar al día con ese tipo de cosas.

Gritaban, brindaban, reían y se quejaban cada cierto tiempo, debía ser interesante... Pero Chris no tenía ganas de mirar nada.

Apenas y le sabía la comida, pues esa misma tarde le habían dado la noticia de que habían dado de baja con honores a Sherry, pero sabía que ni todas las indemnizaciones y honorarios del mundo servirían para llenar el hueco de su corazón.

-Carajo...

Clavó el cuchillo en la mesa de madera con frustración, aunque pasó inadvertido gracias a que en ese momento todos a su alrededor saltaron y gritaron festejando la anotación de su equipo.

Tomó la botella de whisky frente a él y llenó su vaso.
Ya llevaba más de la mitad del envase, ya comenzaba a sentir los efectos del alcohol en su cuerpo, la calidez en el estómago y la soltura de su cuerpo.
No pensaba parar hasta que la botella se hubiera terminado, entonces iría por otra, y luego otra...

Pero cuando iba a servirse de nuevo y hasta el tope, alguien llegó y le quitó la botella de un manotazo.

-¡Hey, eso es mio!

Chris levantó la mirada, la mujer que le se la había arrebatado tenía su cabello rubio recogido en una coleta, llevaba puestos unos pantalones negros, una chaqueta táctica y un top deportivo color negro que dejaba al descubierto un abdomen marcado y bien trabajado.

-Venga Chris, ¿de nuevo?

Preguntó.
De todos los lugares en los que esperaba encontrarse con él cuando volviera de su misión, un bar era el último que hubiera querido.
Chris se inclinó sobre la mesa, suspirando, ya podía irse olvidando de su plan de embriagarse.

-También me da gusto verte Jill...

Dijo a modo de saludo, arrastrando las palabras pero no por el alcohol.
Jill se sentó en la silla de en frente sin soltar la botella, y se le quedó mirando acusatoriamente.

-¿Qué?
-¿Cuántas botellas llevas?
-Esa es la primera.
-¿Y planeabas pedir otra cuando se terminara? Eres capaz.

Chris se llevó una mano a la nuca, sintiéndose un poco culpable, él sabía que a Jill no le gustaba que bebiera, pero a veces simplemente no podía contenerse.

-Si, planeaba beber toda la noche hasta caer dormido.

Jill frunció el ceño, y cuando se enojaba en verdad llegaba a dar miedo, se veía igual que un tigre a punto de saltarle encima a su presa.
Él esperaba que lo reprendiera, que le echara en cara que estaba deshonrando la memoria de su amigo Piers y luego lo arrastrara fuera del bar... Pero para su sorpresa, no hizo nada de eso.

-Es por lo de la agente Birkin ¿no? La niña que tu hermana rescató de Raccon City
-Así que ya te enteraste...
-Fue difícil no hacerlo, todos en la ciudad lo saben, Sherry no era cualquier agente del gobierno.

Desvío la mirada y se llevó la mano a la nuca, de nuevo podía escuchar sus gritos en su mente.
Tal vez Chris no era una persona que se caracterizara por expresar lo que sentía, pero con tres copas de whisky encima cualquiera se sincera.

-Fue mi culpa Jill, debí dispararle a ese desgraciado en lugar de darle la oportunidad de rendirse, ya había mutado, ya era un monstruo, y aún así me quedé ahí de pie sin hacer nada. Debí matarlo...

Se tomó el último trago de su vaso.

-Chris... Es inútil repartir culpas, está hecho, y ya no hay nada que puedas hacer.
-Me siento terrible por lo que le pasó, pero...

Jill se inclinó aún más, ignorando el bullicio a su alrededor.

- Finn, Marco, Piers, y ahora Sherry... Muchos han muerto o han quedado lesionados de por vida estando bajo mis órdenes, y eso no me deja dormir por las noches...
>>Finn pensaba que nada en el mundo podría matarlo si se quedaba conmigo, cuando conocí a Marco él me confesó que yo era el sujeto más duro que había conocido, y que me seguiría a cualquier lado. Y Piers... Dios, debiste ver las conversaciones por correo que tenia con Claire, ese sujeto me admiraba...

Jill recargó su mentón sobre sus manos, escuchando con atención.
Le dolía verlo así, pero eso era lo que había estado buscando desde hace algún tiempo, que por fin hablara y sacara todo el dolor y la tristeza que se había guardado.

-Y una noche hace dos semanas, Sherry me dijo que pertenecer al equipo Alpha, aunque fuera solo por unos días, había sido de las mejores experiencias en combate que había tenido. Y mira como terminaron los cuatro. Finn y Marco se transformaron en monstruos, Piers se hundió en el fondo del mar, y Sherry casi se muere derretida por un maldito químico.

Dio un golpe que hizo temblar toda la mesa, pero nuevamente nadie lo notó.
Estaban envueltos en un ambiente hermético y etéreo, como si fueran invisibles y tuvieran el bar entero para ellos dos solos.

-Chris, lo que les pasó no fue tu culpa, en combate todo puede pasar, todo puede salir mal, tú mejor que nadie deberías saberlo.

Un atisbo de culpa se asomó en su mirada, pero ahora ya no era por sus compañeros anterior mencionados...
Jill se estiró y tomó la mano de Chris con firmeza.

-Yo no te culpo por lo que sucedió en la mansión Spencer, ni por todas las cosas horribles que Wesker me hizo... Y si yo no lo hago, ni Piers, ni Finn ni Marco lo harían. Las cosas salieron mal, fue mala suerte, el destino o lo que tu quieras, pero todos ellos sabían a lo que se enfrentaban, y sabían que en algún momento su trabajo podría matarlos. Has salvado más vidas que cualquier capitán de la BSAA... Deja de culparte.

Chris sostuvo su cabeza con su mano, clavando la vista en su plato semi vacío, entendía las palabras de su compañera, pero necesitaría más tiempo para aceptarlas.

-Tal vez tengas razón...

Jill sonrió con algo de picardia, tratando de levantarle el ánimo.

-Yo siempre tengo razón.

Jill sacó cincuenta dólares de su cartera y los dejó sobre la mesa.
Aprovecharía que no le habían asignado ninguna nueva misión para ayudar a su "amigo" a superar esto.

Llevaba meses fuera de servicio gracias a todos los malditos estudios de laboratorio que le hicieron para asegurarse que lo que sea que le haya hecho Wesker no dejara efectos secundarios.

La tuvieron en cuarentena durante mucho tiempo, y no hubo un solo día en que no extrañara a Chris.
No pudo estar con él cuando se perdió luego de que su misión fallara en Edonia, ni cuando Carla Radames masacró a su equipo en China, ni cuando perdió a su mejor amigo Piers...

No lo iba a dejar solo esta vez.

Así que se levantó y lo tomó de la mano, regalandole la sonrisa más sincera y radiante que pudo.

-Venga, vámonos de aquí grandulón, yo invito la cena.

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