44- Roads Untraveled

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Con todos los recientes acontecimientos, Jake casi había olvidado que faltaban pocos días para navidad...
Al caminar sentía la nieve suavizando los adoquines de las calles, las tiendas estaban a reventar por familias que corrían de un lado a otro comprando juguetes para los niños, ropa, electrodomésticos y cajas para regalos, los alegres villancicos resonaban en casa esquina, bajo la cálida luz del alumbrado público.
Se sintió abrumado por los mares de gente contra los que debía luchar para cruzar la avenida, incluso estuvo cerca de golpear a un sujeto vestido de Santa Claus que lo detuvo para preguntarle si quería cupones de descuento.

-Ya recordé porque odio las ciudades...

Murmuró malhumorado, pero a pesar de su cara de pocos amigos, le agradaba aquél ambiente de celebración, solo un poco.

Finalmente pudo escapar del torrente masivo de personas al entrar en su destino, un edificio departamental.
Esa mañana Sherry se veía más feliz que de costumbre, estaba emocionada, quería organizar una cena de navidad especial para ellos dos, pasó toda la mañana planeando en donde comprar el pavo, las ensaladas y los postres, y Jake solo se limitó a verla con una sonrisa, su corazón se llenaba de calidez cada vez que notaba ese brillo en los ojos de su super chica, esa chispa que la volvía la mujer más hermosa del mundo ante sus ojos.
Ojalá tuviera un poco más de tiempo para poder disfrutar de su bella sonrisa...

Jake salió del ascensor en el piso siete y caminó hasta una de las últimas puertas, la que tenia el número 115, y tocó un par de veces.

-Esta abierto, pasa.

Abrió la puerta, pero permaneció en el umbral, mirando cada rincón con asombro.
Curiosamente, así es como se había imaginado el hogar de Chris y Jill, con cajas de pizza y latas de bebidas energéticas apiladas sobre la mesa, ropa en los sillones, frascos de medicina revueltos y un montón de papeles sueltos de todos los casos y misiones en los que habían trabajado.

-Vaya, que alguien llame a los servicios de emergencia, parece que un tsunami arrasó con este lugar.

Jill, quien estaba acostada sobre su alfombra mirando el celular, se sorprendió gratamente al ver al mercenario.

-Tal vez si hubieras avisado que vendrías, habría tenido tiempo de limpiar un poco.

Jake cerró la puerta detrás de si con el pie, y levantó una bolsa de plástico con un par de hamburguesas y papas fritas.

-¿Hambre?

Jill sonrió, se levantó y fue a saludar al mercenario con un abrazo amistoso para después tomar la bolsa.

-Mercenario, superviviente, y ahora también Santa Claus, eres una caja de sorpresas ¿no?
-Por eso soy tan popular con las chicas.
-Jah Jah ¿por qué no me sorprende? Ven siéntate, llegaste justo cuando me preguntaba qué iba a almorzar.
-También traje una para Redfield, pensaba dejarle las sobras de mi hamburguesa, pero como es navidad y soy bondadoso decidí comprarle la extra especial de tocino.

Jill lo miró con una ceja arqueada.

-Pero Chris odia el tocino.

Jake le dedicó la mejor de sus sonrisas cínicas, y le entregó su comida.

-Exactamente.

Soltó una corta carcajada, ¿Por qué no le sorprendía?

-Primero arruinas la sorpresa del anillo en casa de Sherry, y ahora le traes una hamburguesa aplastada, me encanta la forma en que se demuestran aprecio.
-No aprecio a Redfield, más bien lo veo como si fuera una especie de tumor benigno, solo te acostumbras a él.

Ambos tomaron asiento, se dispusieron a comer.

-Aunque no tenía idea de que arruiné su plan de pedirte matrimonio, ¿cómo lo tomaste? ¿Le dijiste que no?

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