2- Kominn Heim

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-Mi nombre es Claire Redfield, llevo cinco años sin beber alcohol, vivo en el albergue qué esta al final de la avenida veinticinco, y...

Dejó de hablar en el momento que alzó la mirada, y se encontró con los ojos cansados y aburridos de todos los demás miembros de AA, la gran mayoría eran nuevos, apenas los conocía, de hecho, no se sabia sus nombres, y tampoco le importaba mucho que digamos, pero había otros que ya la conocían, y estaban aburridos del mismo discurso que pronunciaba miércoles tras miércoles.
Suspiró profundamente, dejando caer sus hombros, y sus párpados cayeron pesadamente.

-La verdad es que he hecho esto tantas veces que ya no sé qué más puedo decirles, hace mucho que no me acerco a una botella, de hecho, ya ni siquiera puedo recordar su sabor, para ser sincera, ni siquiera sé
por que sigo viniendo.

Bueno, al menos eso era algo nuevo...

La gente a su alrededor parecían personas normales, comunes y corrientes, algunos cargaban con sus maletines del trabajo, otros miraban constantemente sus celulares, sobre todo las mujeres, un gesto que habia aprendido de las madres que dejaban a sus hijos encargados con otras personas para poder asistir a las reuniones.

Pero ella era diferente a todos los demás.
Su cabello, antes de un precioso carmesí, ahora estaba cobrizo y descolorido, oculto bajo un gorro de lana desgastado, la piel del rostro se le pegaba a los pómulos, portaba una pesada gabardina anticuada y maltratada qué le llegaba hasta las rodillas, y casi siempre se le podía ver con el rostro manchado de tierra y polvo, después de todo, llevaba viviendo en la calle casi desde que Leon había fallecido.

-Hay gente que, a pesar de haberse rehabilitado, siguen asistiendo a estas pláticas para tratar de guiar a las personas que apenas están comenzando su proceso, este es un espacio seguro donde todo mundo puede hablar y expresarse sin temor a ser juzgado, tal vez por eso sigues regresando, ¿no crees?

Preguntó el hombre que estaba justo delante de ella, casi de su misma edad, de piel morena y una abundante barba, tenia una complexión robusta, y es quien solía presidir la mayoría de las reuniones, el segundo al mando de la clínica de rehabilitación.
Su nombre era Richard, aunque todo mundo le decía Rick de cariño.

-Tal vez...

Mascullo por lo bajo, dando a entender que no quería seguir hablando.

-Bueno, ¿alguien más desea tener la palabra antes de terminar con la sesión de hoy?

Una de las nuevas integrantes a su lado derecho alzó la mano, pidiendo la palabra, pero ni siquiera escuchó su presentación, sus ojos se nublaron y su mente se desconectó por completo de la realidad, quedando inerte como una estatua de perpetua expresión melancólica...

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Una vez que la reunión concluyó, Claire esperó a que todos se fueran de la sala de reuniones, incluyendo a Rick para que no viera cuando se acercara a la sala de aperitivos que siempre montaban para las reuniones.

Para su buena suerte la barra estaba casi llena, había varias galletas, algunas incluso a medio comer, la mitad de un termo con café aún caliente y algunas golosinas que habían sobrado de la reunión anterior.
Comenzó a guardar todo lo que pudo en los gastados bolsillos de su chaqueta para poder comerlo después, tal vez si conseguía algo de leche de la tienda que estaba cerca del albergue podría tener una cena más o menos decente.
Galletas con leche caliente, vaya, eso sonaba como a un manjar de dioses para ella...

-Ejem, Claire.

Se detuvo en seco y volteó, encontrándose con Rick que la miraba con gesto crítico y los brazos detrás de la espalda.
Trató de ocultar su fechoría con su cuerpo de una forma casi infantil, pero ya era inútil, la había atrapado con las manos en la masa.
Pensó que la regañaria, pero, en su lugar, Rick tomó un plato de sopa instantánea, y se lo ofreció.

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