3-Love Psalm

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-Su seguro ha cubierto todos los gastos de las operaciones agente Birkin, además de que la agencia le dará una cuantiosa indemnización por el... Accidente, el dinero ya ha sido depositado en su cuenta bancaria...

Sherry dio un respingo, la verdad es que no estaba escuchando al encargado de su caso en lo más mínimo.
Aunque no debería extrañarle, pues se comportaba igual que un zombi desde que salió de Alemania y llegó a casa...

Ahora se encontraba en la ciudad de Washington, luego de despertar en el hospital Chris la había llevado él mismo al aeropuerto y había viajado con ella para cuidarla.
Se sentía como una niña de nuevo, indefensa y con temor a estar sola.

Aún no podía recuperarse del shock, pues sólo había pasado un día desde que recibió la noticia, de que jamás podría volver a ver.

Tuvieron que transportarla en una silla de ruedas, y no sólo porque aún estaba físicamente débil, sino que no era capaz de dar cinco pasos sin buscar algo a lo cual aferrarse, no podía evitar sentir que estaba caminando hacia el vacío de unas escaleras, una azotea, o una ventana.
Era un miedo instintivo que empeoraba cada vez más.

Y ahora mismo se encontraba en la oficina del encargado de su caso, quién le explicaba lo que pasaría de ahora en adelante.

Llevaba puesta la misma venda negra sobre sus ojos, los doctores insistieron en que debía tenerla al menos dos meses más, y no pensaba levantarse de su silla de ruedas.

-... ¿Está entendiendo algo de lo que digo?
-¿Eh? Si...

Contestó con la voz apagada.
El administrador suspiró, no le estaba prestando nada de atención.
Cerró su libreta, y se inclinó sobre su escritorio.

-Señorita Birkin...

"Señorita"
Ya no Agente...

Sherry levantó su mano, indicándole que parara de hablar. Ni siquiera sabía en qué dirección voltear su cabeza para simular que lo estaba viendo.

-¿De verdad, ya no puedo volver a ser agente?

La respuesta para el administrador era más que obvia, pero decidió tener tacto con la chica.

-No señorita... Lo lamento mucho.

Un soldado que no puede conducirse por el campo de batalla está condenado...

- Pero puedo ofrecerle un empleo como profesora en la academia de la DSO, usted fue una de nuestras mejores agentes, sino es que la mejor en su momento, puede compartir su basta experiencia con las siguientes generaciones... Claro, si toma esta decisión su pensión por indemnización no se verá afectada.

No, eso no era lo que ella quería.
Ella quería salir al campo, ser enviada a lugares peligrosos para llenar de tiros a las B.O.W.S y salvar a la gente que no podía defenderse.
Como Claire.
Como Leon.

El administrador no intentó insistirle, en cuanto vio que el rostro de la chica decaía supo que sólo estaba empeorando su ánimo con esa propuesta.

-La DSO le proporcionará instrumentos para que pueda guiarse por sí misma, un bastón invidente, un celular que responde por voz, incluso un perro guía si usted quiere. Uno de mis hombres la llevará a casa, supongo que ha sido un viaje difícil, debe descansar...

El hombre habló con alguien por su teléfono, y minutos después su secretario entró y tomó la silla de Sherry.

-Cuídese señorita Birkin, la DSO le agradece su servicio, y está aquí para servirle.

Sherry apenas asintió, sin saber bien a donde voltear, solo se dejó arrastrar como una muñeca rota por los pasillos de la agencia.

Lo escuchaba todo, los teléfonos sonando, las órdenes girando para cada agente que partía a una nueva misión, conversaciones, risas...
Y claro, dos o tres rumores como:

-¿Supiste lo que le sucedió a la agente Birkin?
-Pobre de ella, siempre decía que quería ser como el agente Kennedy.
-No han revelado ningún detalle de su accidente, pero apuesto a que luchó con todas sus fuerzas, ella era así.

Hablaban de ella como si estuviera muerta, y de cierta forma, lo estaba.
Así era como se sentía, pues su vida, sus sueños, sus metas, todo se había acabado.

El secretario la sacó a la calle y la ayudó a subirse en uno de los autos de la agencia.

-El conductor conoce su dirección, la dejará en su casa.

Dio dos golpes a la puerta del coche, y éste arrancó.
El viaje fue silencioso.
El conductor se limitó a manejar y no hacer preguntas, no la conocía, pero no era difícil adivinar que estaba sufriendo, sobre todo cuando los hombros de la chica comenzaron a moverse espasmodicamente, y las lágrimas humedecieron la venda una vez más.

No dejaba de preguntarse "¿Y ahora qué hago?" "¿Qué se supone que haga?"
Una y otra vez se repetía la misma pregunta, a falta de una respuesta.

Al final, solo recargó su cabeza en el ventanal, estaba cansada, pero no sabía exactamente de qué.

Luego de varios minutos, el auto se detuvo.

-Llegamos señorita.

La ayudó a bajar y a sentarse nuevamente en la silla de ruedas, la condujo por su jardín, algo descuidado por su ausencia.
El hombre subió la silla de ruedas con un poco de trabajo hasta el porche de la casa, para luego abrirla y dejar a su pasajera dentro.

-Listo, ya estamos dentro.

Sherry giró la cabeza hacia todos lados, intentando reconocer de alguna manera su hogar.
Tenía el mismo olor a lavanda de los aromatizantes automáticos, la reja de su jardín produjo el mismo rechinido de siempre...

-¿Pero cómo puedo saber que ésta es mi casa?
-¿Perdone?
-Pudo traerme a cualquier lugar de la ciudad y decir que es mi casa, ¿como sé que estoy realmente en mi hogar?

No era por querer ser pesada, pero en la DSO le habían enseñado a desconfiar de todo aquello que no pudiera corroborar por si misma.

-Eeh, bueno... Su cocina está a la derecha, su sala a la izquierda, y frente a nosotros hay unas escaleras que conducen al segundo piso.
-¿Puede ver el piano que está en la sala?

El hombre volteó, en efecto, había un piano de color negro que ocupaba gran parte del living.

-Si, lo veo.
-Toquelo por favor.

El hombre se acercó y tocó algunas teclas, tratando de que formaran una especie de ritmo, aunque falló notablemente.

-Reconocería el sonido de mi piano donde fuera... Lo lamento, no era mi intención...
-Descuide, no pasa nada. Me alegra que se sienta más segura.

El hombre puso las llaves de la casa en manos de Sherry y se dirigió a la salida.

-Bueno si eso es todo le deseo un excelente día señorita Birkin. Hasta pronto.

Y acto seguido, cerró la puerta detrás de si, dejándola sola, de nuevo.

El suéter que tenía puesto era bastante más grande que ella, la ropa que le consiguió la agencia no estaba ni cerca de su talla, ya que su maleta se había extraviado en medio de todo el ajetreo.
Y con ella, la foto de Jake...

Aunque no creía que eso importara ya, no podría verla de nuevo.
Frotó sus manos con nerviosismo, sintiendo la tela de las mangas cubriendo sus dedos, el silencio de su casa empezaba a resultarle inquietante, ya que ella era una de esas personas que constantemente necesitan escuchar algo, ya sea música o las voces de la televisión para no sentirse sola.

Suspiró, se cobijó con su suéter enorme una y otra vez, y finalmente luego de un rato, se animó a levantarse de la silla de ruedas.
Sus piernas estaban adormecidas, pero hizo el esfuerzo de caminar hasta encontrar la pared de las escaleras.
Se apoyó con ambas manos y subió escalón por escalón, lentamente.

Tropezó algunas veces en el camino, pero pudo llegar a su habitación, y tanteando el aire para evitar caerse, llegó a su cama.

Se recostó en el centro hecha un ovillo, abrazando sus piernas, y ahí se quedó, aguantando las lágrimas...

-¿Ahora... Qué se supone que haga?

Se preguntó, como si alguien pudiera responderle.
Pero era en vano...

Lo único que pudo hacer fue llorar hasta quedarse dormida...

Heaven's Night Donde viven las historias. Descúbrelo ahora