NOCHE

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Takano subió las escaleras a paso lento, había empezado con bastantes ánimos a subir desde el primer piso, pero ya llegando al quinto apenas podía poner un pie por delante del otro; al final consiguió de alguna manera llegar hasta el sexto piso, quedándose un rato afirmado en el umbral de la puerta de servicio, para variar otra vez el ascensor estaba malo, tenía sueño, el pan que había pasado a comprar para cenar ya estaba más que frío, y quería darle una tos debido al esfuerzo que apenas podía contener.

Una vez que logró dominar su respiración, caminó hasta su puerta y sacó la llave de su bolsillo, abrió, entró, cerró y encendió un cigarrillo; sus manos habían empezado a temblar ni bien había cruzado la puerta, sabía que en algún momento tendría que visitar un médico por ese asunto, pero estaba demasiado cansado para preocuparse por aquello en ese instante. Como siempre, tomó esa fotografía del estante, tapó la cara de ese estúpido con el dedo, y se dedicó a mirar el rostro sonriente de esa persona y sus ojos verdes.

Había algo extraño en esa manía suya, lo sabía bien, a veces le resultaba inquietante el saber que no podía conciliar el sueño si no realizaba ese ritual de entrar a su departamento, encender un cigarrillo y mirar esa fotografía, y más considerando el hecho de que desde que conoció a esa persona no habían hecho otra cosa más que discutir, en buenos o malos términos, era como si la única manera que tuviesen de compartir el mismo espacio era peleando. Aun así, y después de tantos años, mirar sus ojos verdes era inquietantemente tranquilizador.

Dio una última pitada a su cigarrillo y apagó la colilla coronando el inmenso montón que había en el cenicero de la abarrotada mesa de centro; le hubiera gustado quitarse la chaqueta y los zapatos, pero hacía un buen tiempo que no le pegaba una barrida al piso y había cosas tiradas por todos lados, y no quería terminar pisando o golpeándose un pie con algo de dudosa procedencia, y aunque hubiese encendido la calefacción, no era como si fuese a calentar el ambiente lo suficiente antes de que se fuera a acostar.

Caminó hasta la pequeña cocina y abrió la puerta del refrigerador, sólo para que el hedor de unas lonchas de jamón de color verde y café le golpearan la cara; tendría que botar la mitad de las cosas que tenía ahí dentro, pero no iba a empezar a esa hora. Entre el queso seco y peludo y una mermelada con costras verdes y blancas, por detrás de una botella de leche que se había descompuesto hacía más de una semana y que hasta había cambiado de color, estaba quizás la única cosa medianamente comestible, el bote de mayonesa; lo abrió esperando algún olor extraño, pero parecía estar más o menos bien, así que tomó un cuchillo algo limpio del lavabo atestado de platos y envases desechables y le untó un poco de mayonesa al pan que había comprado.

Agradeció al cielo que las cervezas no se descomponían mientras estuviesen cerradas, sacó una y la destapó usando el borde del mesón, pues fuera a saber Dios donde estaba el destapador que le regaló su primo alguna vez entre todo el desastre de su cocina. Afirmó su cuerpo en el borde del lavabo y mientras le daba un sorbo a su cerveza, un plato resbaló y cayó al suelo haciéndose añicos, pero no le dio importancia, prefirió en cambio poner esa foto sobre la mesada atestada de latas y botellas vacías y quedarse viéndola mientras bebía y comía aquel pan con mayonesa.

Se terminó el pan en unos cuantos mordiscos, agarró la fotografía y emprendió rumbo a la sala; dejó la fotografía en su lugar de siempre, y mientras acariciaba el rostro con expresión atribulada de su primo, le dijo cariñosamente a su imagen "mañana voy a llamarte", apagó las luces y se fue a su habitación. Sabía que tenía que cambiar las sábanas de su cama en algún momento, las que tenía puestas ya llevaban dos meses o quizás más ahí, pero estaba demasiado cansado para hacerlo en ese instante; se quitó los zapatos, se sacó la chaqueta y la tiró sobre los pies de la cama y se acostó con todo y ropa, ya en la mañana revisaría cuántas mudas le quedaban, terminó su cerveza y tiró la botella por ahí, en su día libre recogería todo y llevaría la ropa a la lavandería, y se quedó dormido recordando el día de su graduación, cuando les tomaron esa fotografía a él, a su primo y a esa persona y su sonrisa y sus ojos verdes.

AMOR EN PELIGRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora