FRUSTRACIÓN

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Takano volvió a revisar la lista de las evidencias recogidas del sitio del suceso, y bufó sonoramente una vez más al ver que faltaban cosas importantes; sus compañeros lo miraban disimuladamente, sin atreverse a preguntarle el porqué de su estado de ánimo, era bien conocido por tener un vocabulario muy poco decente cuando estaba de mal humor, además de su propensión a elevar la voz más de lo necesario. Sabía que se estaba enojando casi inútilmente, por Dios, era un puto proxeneta que reclutaba y prostituía a chicas necesitadas, un desgraciado que se llenaba los bolsillos de dinero haciendo que otras personas transaran la poca dignidad que les quedaba a cambio de una supuesta protección que no le sirvió ni a él mismo cuando un desconocido se dio el trabajo de borrarlo del mapa; al final y resumiendo cuentas, fuera de las chicas que quedaron "desprotegidas" sin un manejador que les "guardara" el sucio dinero que ganaban vendiendo sus cuerpos, sin familia ni nadie que reclamara su pellejo y le diera sepultura, a nadie le importaría si había justicia para él o no.

De buena gana archivaría ese caso en lo más profundo del cajón de los "inconclusos", pero el que hubiese salido a plena portada de los policiales en el diario de mayor circulación le dejaba poco margen para hacerlo, y menos cuando se había filtrado el nombre de la víctima y el suyo como investigador a cargo; además, siempre estaba esa vocecilla que le decía que si esa persona estuviese allí, con su sentido casi religioso de justicia, no le dejaría abandonar el asunto hasta no encontrar al culpable.

Bufó por enésima vez, recogió los papeles y los guardó en la carpeta y avisó que iría a la bodega de evidencias, si tenía suerte, las cosas que faltaban estarían tiradas en algún lado o las habrían hecho llegar más tarde y no las habrían incluido en la lista, no sería la primera vez que pasaba, lo cual era, a lo menos, frustrante. Pasó media mañana buscando las cosas que él sabía que faltaban, hasta que al final llegó un oficial con una valija de parte del forense, se habían quedado con algunas cosas para tomar muestras en el laboratorio y ya habían concluido, por lo que finalmente las enviaban para adjuntarlas al resto de las evidencias.

Takano escupió maldiciones a diestra y siniestra, hasta que llegó el teniente Smith, su jefe, a callarlo con una simple pregunta "¿de casualidad se te ocurrió llamar al laboratorio para preguntar si las tenían?"; la respuesta era más que obvia, no, no lo había hecho, se había pasado media jornada revolviendo cajas y no se le había ocurrido llamar ni una sola vez. "Sabes qué, Takano, tómate el resto de la tarde libre, de todos modos no es como que haya mucho que hacer, tal vez podrías hacerle una visita a tu amorcito en Madison, a ver si con eso se te mejora el humor y se te aclara la mente" le dijo Smith conteniéndose una risa burlona, ganándose la más furiosa de las miradas de Takano, odiaba que le nombraran a esa persona, y más cuando lo hacían para burlarse, pero como era su jefe el que se lo había dicho, mejor agarró sus cosas y se largó con un "a la mierda" en japonés, mientras salía de allí a grandes trancos y con los ojos llorosos de rabia.

Fue hasta su escritorio y con la rabia a flor de piel agarró papeles y los metió en cualquier carpeta, apagó el computador, tomó sus llaves y salió como un vendaval; al llegar al estacionamiento se subió a su carro, un viejo Mustang negro que estaba por cumplir una década en sus manos, salió a la calle y aceleró como un imbécil. Manejó por las calles de Manhattan durante un buen rato, hasta que poco a poco su mal humor se fue disolviendo; en algún momento y de manera casi autómata, de pronto giró en una calle, avanzó media cuadra, estacionó su carro en un sitio libre, pagó una hora en el parquímetro y caminó hasta un pequeño café escondido en un antiguo edificio, entró y se sentó junto a la ventana más cercana a la esquina, pidió una taza de café y un sándwich y se quedó allí, mirando hacia afuera, a medias escondido tras una pizarra en la cual habían escrito la promoción del día, hasta que se sintió mejor. Cruzando la calle se podía ver la comisaría de Madison Street.

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