SOBRE AVISO

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Ritsu salió del hospital donde estaba internado Takafumi con un sentimiento un tanto amargo, después de todo, era la primera vez que se guardaba de contarle alguna cosa a su amigo, pero no era como si pudiera conversarle acerca de lo que había pasado con Takano el día anterior, claro, a menos que quisiera provocarle un infarto; para dejar de pensar en eso, revisó mentalmente lo que le restaba por hacer en su mañana libre, y viendo que ambos destinos estaban a la misma distancia, decidió pasar primero a su departamento a cambiarse de ropa, pues se sentía raro el andar con las mismas prendas del día anterior, luego iría al hospital donde estaba internado el profesor Shen, y de ahí volvería a su oficina.

Llegó a su departamento cargando el bolso de ropa que guardaba en su carro, ya que también debía cambiar su contenido por ropa fresca, así que, después de pasar a la cocina y poner café recién molido en la cafetera, se dirigió al baño a dejar la ropa en la lavadora, quitarse la que llevaba puesta y también dejarla allí, y caminar semidesnudo a su habitación a ponerse ropa limpia. Sin embargo, sólo cuando se desvistió se dio cuenta de una cosa, y era que se había quedado con la camiseta de Takano puesta; no quería pensar que lo había hecho a propósito, pero tampoco podía decir en su favor que hubiese sido como que se le hubiese olvidado devolverla, sólo no quería admitir que, a pesar de que no era de su talla, le había gustado como olía y se la quería quedar.

Al pensar en eso, Ritsu se sonrojó fuertemente, pues inconscientemente había admitido que le gustaba el olor de Takano, después de todo, esa camiseta la había usado él dos días seguidos, así que estaba bien impregnada de su perfume; se iba a sentar a cavilar sobre sus sentimientos, pero una llamada a su teléfono le cortó la inspiración.

Era MacGregor, le llamaba para saber a qué hora estaría en la jefatura, pues Evans estaba teniendo algunos problemas con los de asuntos internos y no sabía cómo lidiar con ellos, además de que ya tenía a todos hasta la coronilla con sus mandoneos y necesitaban que alguien lo sacara del mando antes de que le diera un ataque o le envenenaran el café; Ritsu le contestó que llegaría después de mediodía, pues antes tenía que hacer otras diligencias, así que le pidió a su subordinado y amigo que sólo le informara en caso de que llegara algún asunto más grave, y que, por si acaso, enviaran a Jensen a comprar pan a Queens o algo que lo sacara del mapa por unas horas.

Luego de escuchar la palabra "café" Ritsu recordó que había dejado su cafetera italiana sobre la estufa, con un fuego muy bajito, pero se había demorado un poco más de lo que había calculado para vestirse, así que salió apresurado con el pantalón en la mano rumbo a la cocina; por suerte, el fuego estaba tan bajo que apenas había empezado a calentar el agua, así que lo dejó así mientras volvía a su dormitorio a ponerse ropa, pero una vez más, al llegar allí, se quedó pensando en si de verdad quería quitarse o no esa camiseta de Takano. Finalmente decidió quitársela, no era bueno andar con la ropa de alguien más, y menos si estaba impregnada de su perfume, pues, si alguien se daba cuenta de eso, podrían hacerle preguntas que le serían difícil responder coherentemente.

Una vez vestido volvió a la cocina, justo cuando la cafetera comenzaba a silbar débilmente, estuvo tentado a subirle el fuego, pero era uno de esos raros días en los que podía darse el gusto de esperar, así que simplemente se sentó sobre la mesada y aguardó con paciencia; cuando por fin estuvo listo el café, apagó el fuego y vertió el negro líquido dentro de su taza favorita, y se dio el tiempo de apreciar el fuerte aroma que despedía. No sólo el aroma del café era fuerte, el sabor bien podría fácilmente hacer llorar a alguien, o al menos mantenerlo despierto una semana, pero para Ritsu era un trago de ambrosía, total, que en gustos no hay nada escrito.

Luego de disfrutar su café a conciencia, Ritsu se preparó para salir; estuvo tentado a llevarse la camiseta para entregársela a Takano en algún momento, pero luego pensó que debería lavarla primero, y luego siguió pensando en que se vería raro llamarlo para decirle que tenía su camiseta, y luego siguió pensando que sería aún más raro tener que explicar por qué tenía esa camiseta en su poder. Finalmente dejó la camiseta sobre su cama, cuando volviera la pondría a lavar y ya después la regresaría de alguna forma que no llamara mucho la atención.

AMOR EN PELIGRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora